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ETAPA 10 – Entre Bourg d’Oisans y Grenoble

  • 15 de August de 2009
  • 52 kms
  • Dificultades: Ninguna dificultad montañosa
  • Distancia total etapa: 52 Qms
  • Velocidad media: 20,3 Qms/h
  • Velocidad máxima: 52 Qm/h
  • Tiempo total: 3 h 27min 22seg
  • Tiempo real pedaleando: 2 h 31min 57seg
  • Desnivel positivo etapa: 200 m
  • Desnivel negativo etapa: 406m + 302 m = 708 m
  • Desnivel acumulado positivo: 11.620 m + 200 m = 11.820 m
  • Desnivel acumulado negativo: 11.533 m + 708 m = 12.241 m
  • Desnivel acumulado total (positivo + negativo): 24.061 m

El día empezaba con los paradistas montando el mercado del sábado en la calle principal en Bourg d’Oisans. Podían verse puntos de venta de productos: quesos, hortalizas, ropa y otros objetos. Era mi último día y me tenía que dirigir a Grenoble que es donde se encontraba la estación de tren más próxima.

Como estaba ubicado fuera del libro de ruta, no sabía con exactitud cual era el quilometraje que quedaba. Aun así, en principio, no me esperaba ninguna dificultad montañosa y, a priori, no tendría que sufrir mucho físicamente, sobretodo, teniendo en cuenta lo que ya llevaban encima mis piernas. A aquellas alturas de viaje, no temía por un desfallecimiento camino de Grenoble.

Empecé a rodar por largas rectas y pronto sobrepasé los desvíos a las cimas del col de Ornon y un poco mas adelante el que va hacía los cols de Glandón y la Croix de Fer.

Mientras avanzaba por la carretera, observaba el alto nivel económico de la gente de la zona, ya que en sentido contrario circulaban vehículos antiguos, eran modelos: Rolls Royce, Hummer, Simca, Citroën…

Las carreteras estaban todas señalizadas adecuadamente para bicicletas y contibuaba viendo monumentos dedicados a los caídos en los conflictos bélicos mundiales.

En Vizille tenía que escoger en una bifurcación: Ir por la carretera nacional, o bien, per pequeños pueblos. Escogí la tranqulidad de los pueblos. Vizille es municipio de paso de la Ruta de Napoleón.

El lema inicial de mi viaje fue: ‘Desde Ginebra y hasta que el cuerpo y la bici aguanten’. Puedo decir que se cumplió a la perfección, pues el eje de pedalier comenzó a hacer ruidos y, también, yo no iba muy sobrado.

La etapa no tenía dificultades, pero en Vizille había una subida comparable a subir el Tibidabo, tanto por lo que respecta al desnivel, como también por su longitud.

La entrada a Grenoble en bicicleta es muy diferente a la de Barcelona por cualquiera de sus dos avenidas: la de Diagonal o la Meridiana.

En Grenoble, compartía espacio con el carril de los autobuses.

Para retornar a Barcelona, tuve que hacer transbordos de trenes desde Grenoble y hasta Perpignan, donde pasé la noche. El domingo 15, nuevamente viajé con trenes, desde Perpignan hasta Pot Bou y, desde allí, transbordo a la RENFE hasta Barcelona.

Este periplo de cambios de trenes, consistía en: esperas, andenes, escaleras, buscar las vías en las pantallas de las estacions (en algunos casos, con solo 7 minutos entre la llegada del tren y la salida del siguiente), etc.

El servicio público ferroviario francés roza la excelencia.

En la estación de Sants de Barcelona, se acabó la tranquilidad de los días anteriores y tuve que estar en alerta para proteger todas mis pertenencias de los carteristas que pululan diariamente por esos vestíbulos.

Lo mismo sucedía en el tramo de 3 quilómetros de carril bici entre la estación de trenes y mi domicilio. En ese trayecto, contabilicé hasta 14 percances con otros usuarios de la vía pública que, por diferentes motivos, habían invadido el carril bici (peatones, coches de niños, correas de perros, camiones de transporte, taxis…).

Me gustó mucho el viaje, sobretodo porque soy un apasionado de la montaña, la bici y la fotografía, así como también todo lo que tiene que ver con el Tour de Francia y, sobretodo, el hecho de poder decidir yo el itinerario y los lugares de alojamiento.

Muchas agencias planifican el paso por lugares i obvian otros según criterios propios de interes de los establecimientos. En mi caso, cogí un plano y con un lápiz, marqué los lugares por donde quería pasar (los puertos de montaña). Una vez hecho, solo hacía falta unir los puntos por las carreteras. Así de fácil.

Al entrar en mi casa tuve una gran alegría, me senté un rato en el sofá y salí a comprar un pollo a l’ast.

La última semana que me quedaba de vacaciones la pasé en Gósol, un pequeño pueblo de la región del norte de la comarca del Berguedá donde pude recuperarme, sobretodo por lo que respecta a la alimentación que es con lo que sufrí mas en Francia.

Las grandes tajadas de ternera y oveja de la zona, acompañados con sobres de tang de naranja hechos con la jarra de litro, los torteles remojados en grandes vasos de leche, el embutido de la zona, las tostades de pan con tomate, las chocolatinas con galletas y el helado, fueron un bálsamo reconstituyente para mi cuerpo. Si hubiera podido comer así en la ruta, seguro que me hubiera sentido mejor físicamente. De hecho, la última semana, no fue de completo descanso ya que realicé 208,60 Qms. Estas fueron las excursiones (todas en subida por si se rompia el pedalier, poder volver en sentido descendente): 2 vueltas a las abeuradas (una en cada sentido), 2 subidas a la collada de las Toras (una de ellas con visita a la Fuente de Terrers al volver), la vuelta a Tuixèn yendo por el Coll de Josa y volviendo por el coll de la Mola y una subida a la cordillera del Verd.

Total = 613, Qms en Francia, 53 Qms en el abandono del viaje y la posterior vuelta y 208,60 Qms la última semana

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