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ETAPA 1 – Entre Genève i Samoëns

  • 2 de August de 2009
  • Dificultades: Col de Joux Plane (1.700 m)
  • Distancia total etapa: 81,89 Qms
  • Velocidad media: 17 Qms/h
  • Velocidad máxima: 45,5 Qms/h
  • Tiempo total: 5h 48 min 50 seg
  • Tiempo real pedaleando: 4h 15 min 18 seg
  • Desnivel positivo etapa: 337 m + 990 m = 1.327 m
  • Desnivel negativo etapa: 990 m
  • Desnivel acumulado positivo: 1.327 m
  • Desnivel acumulado negativo: 990 m
  • Desnivel acumulado total (positivo + negativo): 2.317 m

Después de todas las dificultades para llegar a Genève a causa del personal de RENFE (todo un día transbordando en trenes y parte del siguiente), aparecí en el municipio suizo cansado pero contento, siempre me gusta tomarme las cosas con alegría. Estaba sorprendido, pues estoy muy acostumbrado al personal que trabaja en el recinto de Sants-Estació, a algunos de sus usuarios (aquellos que hacen vida allí) y a la inseguridad y suciedad de Barcelona.

Genève es un paraíso. Las instalaciones ferroviárias estaban limpias, el personal era muy correcto y las bicicletas podían circular con total normalidad ya que disfrutaban del respeto por parte de los otros usuarios.

Circulando por los carriles bici solo hacía falta prestar la atención normal y propia de la conducción de un vehículo.

Hice una pequeña visita por la ciudad helvética callejeando por los carriles bici. Otra vez mas me sorprendí (siempre agradablemente) porque en calles en sentido único, se permitía a las bicicletas circular en sentido contrario. Estaba debidamente indicado con una señal vertical.

Estaba anonadado del respeto que la gente me mostraba en diferentes situaciones: adelantamientos, cruces, rotondas, semáforos, con los viandantes. Todo lo que las asociaciones pretenden conseguir en Barcelona, en los lugares por donde he rodado, fue algo normal.

El libro de ruta que había escrito gracias a la página web viamichelin.es, era un calco exacto de la realidad que veïan mis ojos a medida que iba atravesando: poblaciones, carreteras, rotondas y desvíos.

Ya en Francia, todos los municipios tenían su monumento a los caídos por causa de las Guerras Mundiales y aparecían escritos, en los respectivos mármoles, los nombres y apellidos de los combatientes muertos.

Rodaba por tramos de carretera planos, siempre con tendencia a la subida y con alguna que otra pendiente de cierta entidad. Llevaba mucho peso en la espalda y me producía mucha incomodidad.

El color verde del paisaje, me recordaba las vías verdes de Euskalerria, aunque con la única diferencia de la gran altitud de aquellas montañas.

Los municipios de mi recuerdo en estos primeros quilómetros, todos muy bonitos, fueron: Annemasse, Bonne, Saint Jeoire, Mieussy y Taninges.

En Samoëns comí bien para poder afrontar con garantías el primer gran monstruo alpino y que, al final, marcó definitivamente mi ruta: el col de Joux Plane.

La lógica natural, me tenía que haber hecho desviar en el pueblo de Taninges para dirigirme en dirección al Col de la Colombière (La Ruta de los Grandes Alpes), pero ya cuando escribía el libro de ruta, a mediados de febrero de 2009, decidí añadir 10 quilómetros más hasta Samoëns, que es el punto de partida del Joux Plane. Este puerto lo recordaba vagamente en alguno de los Tours de Indurain, pero cuando se hizo famoso, fue en el momento en que Marco Pantani puso contra las cuerdas a Lance Armstrong, creo recordar que en el Tour del año 2000.

Lance Armstrong, en sus libros autobiográficos ‘Mi retorno a la vida’ y ‘vivir cada segunso’, explica que este puerto ha sido una de sus peores experiencias deportivas. Este hecho, me hizo alargar la ruta para incluir este col.

Ya habiendo comido, llegó el gran momento del día, la escalda al mítico Joux Plane. Haciendo la primera curva, desde el pueblo de Samoëns, ya enfila una rampa impresionante que me recordaba la pendiente del tramo de subida de la calle de la Canal de Gósol, la que va de la Plaza Mayor hasta el castillo, o también, la calle de Cartagena de Barcelona, a la altura del Hospital de Sant Pau i la Santa Creu.

Ese primer quilómetro no tenía descanso y yo seguía subiendo intentando regular el esfuerzo. Tenía todos los datos del puerto en el libro de ruta que llevaba muy bien descrito en las hojas situadas en la parte delantera de mi bici en el manillar. Se trataba de 12 teóricos quilómetros que, en ralidad, después fueron 13. El puerto mantenía siempre la misma pendiente y el peso que llevaba encima molestaba mucho. Suerte que a nivel de fuerza muscular iba bastante sobrado, pero el lastre de la mochila era horrible.

La alegria inicial, se convirtió en preocupación, pues cuando llevaba 4 quilómetros, la inclinación no disminuía, sino todo lo contrario, se mantenía o incluso se incrementaba. Yo tenía muy claro que llegaría arriba aunque tuviera que sacar las tripas por la boca… Iba a poder con el puerto y no a la inversa. A la altura del quilómetro 7, si aun me mantenía encima la bici era por tres motivos: mi gran estado de forma, la mentalización que tenía y la afición a la bici. Cualquier persona hubiera dado marcha atrás, ni que fuera por el tema del peso, ya que era una dificultad añadida, parecido al momento en que una pastilla de freno toca la llanta.

Aquella carga, convertía la subida en unos trabajos forzados. Por si no fuera poco el tema del peso, de repente, el cielo se empezó a encapotar.

Esos virages en forma de paella, eran de aquellos que obligaban a ponerse de pie para poder afrontarlos. A pesar de la dificultad, ese puerto me encantaba. Las altimetrías que había escrito previamente meses antes, ayudado por páginas web especializadas en cimas ciclistas, marcaban un quilómetro menos. Según lo que tenía escrito en mi libro, el puerto terminaba en el quilómetro 12. En el transcurso del suplementario quilómetro 13, se puso a llover. En ese momento, yo no quise parar a ponerme el impermeable y decidí llegar hasta arriba.

En la cima me abrigué bien. Se trataba de una tormenta de verano. Siguiendo al pie de la letra el libro de ruta, hubiera tenido que continuar hacia Les Gets y desde allí bajar a Taninges, pero la lluvia lo cambió todo y tomé la decisión de hacer el descenso por el mismo sitio. El asfalto era en una pista de patinaje donde negociar las curvas se convirtió en una lotería.

La subida al Joux Plane me hizo replantear la continuidad del viaje y, finalmente, decidí abandonar. En la habitación, estuve mirando en los planos cual era la localidad más próxima con estación de tren.

Esa tarde estuve visitando el turístico pueblo de Samoëns, un lugar pintoresco envuelto de montañas y con todo tipo de tiendas con productos típicos de la región de la Savoia.

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