El rÃo Duero es el que cuenta con la mayor cuenca hidrográfica de la penÃnsula, aunque nadie lo dirÃa viendo el hilillo de agua que mana en su nacimiento, en las faldas de los picos de Urbión. A él me dirijo hoy.
Este verano está resultando poco caluroso y a 1100 metros de altitud la noche se hace fresca, pero eso no impidió que aprovechara bien las 11 horas de sueño después de la agotadora jornada anterior.
Volviendo por donde vine ayer, el dÃa comienza con terreno favorable, pero por poco rato. En Villoslada tomo dirección a Montenegro por la carretera para en unos kilómetros salirme por una pista que me llevarÃa hasta el alto de Santa Inés. Esta pista, ya por terreno soriano, comienza con rampas exigentes, pero luego suaviza hasta llegar a lo alto del puerto, a 1753 m. Aquà hay una pequeña pista de esquà y a pesar de estar en agosto y por suerte para mÃ, el bar está abierto y puedo descansar un rato. Éste es el primero de los dos señores puertos del dÃa y todo ello sin pasar por zona habitada alguna.Â
El descenso por la carretera es rápido, hasta desviarme por una pista que se dirige al poblado de Santa Inés. Un poco de subida y enseguida se encara una bajada que acaba en el lecho de un arroyo y que convierte la pista en un pedregal. Tras él por fin se llega al poblado de Santa Inés que consta básicamente de dos apriscos para ganado.
Salgo a un camino asfaltado y me dirijo hacia abajo hacia la carretera que sube a la Laguna Negra. Cuando llego, mi sorpresa es mayúscula cuando descubro que en realidad a la Laguna Negra se sube por una pista y se baja por otra y que habÃa estado bajando por la de subida. No me apetece nada deshacer el camino andado y además mi intención es subir sólo la mitad de la carretera de bajada para salirme por un camino. Hacerlo en la dirección de los coches me hubiera supuesto subir hasta la Laguna Negra para bajar media ladera hasta alcanzar el camino.
 Asà que pensando que no habrÃa mucho problema por subir con la bici en dirección contraria voy subiendo poco a poco, con la suerte que a media ascensión me cae la bronca de un forestal. A partir de aquà sigo subiendo pero parando siempre que veo un coche bajar.
Salgo por fin al camino. Éste no está del todo mal, pero los kilómetros se me empiezan a echar encima y la subida se empieza a atragantar. El puerto no ofrece demasiados descansos aunque sà que afloja a menudo.
En un punto con paneles y una zona para dejar el coche del que parten algunas rutas para hacer a pie dejo la pista que llevo siguiendo para empezar por otra, al principio con muy buen suelo, pero que sigue subiendo y subiendo. Estoy ya casi a 2000 m. Más adelante, a unos 3 km del Urbión, el camino pasa a convertirse en un pedregal sólo apto para cabras, que se hace muy duro para la bici.
A mitad de esta cuesta me desvÃo para pasar por la laguna Helada, por un camino más llevadero sobre el papel que en la realidad, pero que al menos me ofrece vistas sobre la laguna Negra y descanso junto a la laguna Helada. Vuelvo por el mismo sitio para retomar la cuesta, de la que veo el final, pero que se hace interminable. Eso sÃ, las vistas sobre el pinar de Soria son impresionantes.
Por fin tras la ansiada curva contemplo el pico Urbión que se levantaba imponente, con un camino que ya suavizaba en sus últimos metros, a una altitud de casi 2200 m. Mi ilusión era dejar la bici a los pies del pico y ascender hasta la cima para contemplar las lagunas de Urbión, pero la falta de agua, el cansancio y la hora del dÃa me desaconsejan emprender la subida. Y eso que ya, teóricamente lo que me queda es un plácido descenso de más de 1000 hasta Duruelo y otros 10 km más o menos llanos junto al incipiente Duero.
 Tras un breve descanso comienzo el descenso por una pradera muy agradecida, aunque pronto se va llenando de piedras y más piedras y la pendiente se pone cada vez más empinada. Asà que tras tan solo unos 300 ó 400 metros tengo que echar pie a tierra y descender con cuidado entre rocas hasta llegar al nacimiento del Duero, un pequeño manantial que brota entre las rocas. Allà nace asimismo el camino natural del Duero, que pretendo seguir durante unos kilómetros. Tras una corta parada, intento seguir sobre la bici, pero las piedras, los pasos de barrancos y los bruscos ascensos y descensos hacen que me tenga que bajar cada dos por tres. Con poca agua, cansado y atardeciendo, estos tres kilómetros se me hacen interminables.
Por fin, tras una fuerte bajada que tengo que hacer a pie, se aprecia una especie de camino que pronto pasa junto a una casilla. Aliviado con ello comienzo a bajar por un camino que aún necesita de bastante atención por los pedruscos que tiene estratégicamente colocados, pero tras unos tres kilómetros salgo ya a una pista asfaltada que estoy a punto de besar. Un par de kilómetros casi llanos y llego a Castroviejo donde me sorprende un lugar de enorme belleza con una pradera y unas rocas impresionantes, aunque la atención enseguida se me desvÃa hacia la fuente que está junto a la entrada y que casi dejo seca.
Aquà el camino deja de estar asfaltado pero el suelo es muy bueno, y por fin empiezo a descender de verdad. El camino hasta Duruelo de la Sierra es un verdadero placer y un alivio. En Duruelo decido que no es necesario ni conveniente llegar a Covaleda y aquà busco alojamiento para pasar la noche.
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DIFICULTAD: Muy alta. El desnivel acumulado de la etapa es el más grande del viaje, aunque la mayor dificultad radica en los últimos 3 km de la ascensión al Urbión y los 3 primeros de bajada. Si no fuera por estos 6 km, la jornada hubiera sido mucho mejor. Lamentablemente lo más bonito de la etapa está en este tramo, pero no se si merece la pena.Â
CICLABILIDAD: 90%. Ese 10% se concentra todo en esos 6 km infernales.
BELLEZA: Muy alta. La primera parte del dÃa hasta Santa Inés es bella por sus paisajes entre pinares, aunque lo mejor está en lo más alto del Urbión, con la Laguna Negra, la Laguna Helada, el pico de Urbión y el nacimiento del Duero. Castroviejo también es una maravilla.
PERNOCTA: Hostal Torreblanca. Recomendable. Buena atención y buena comida.Â