El día comienza con tiempo magnífico, bonitos paisajes, y un descenso suave pero prolongado dirección norte. Pronto la primera y agradable sorpresa del día. En el primer pueblo, Villeréal, nos topamos en plena plaza medieval con un precioso y bullicioso mercado local, con puestos de todo lo imaginable. Es la hora del desayuno, con lo que nos atiborramos de quesos y otras delicias que devoramos a la salida del pueblo en un lugar tranquilo. Los precios siguen siendo bastante asequibles.
Atrás Villeréal, tomamos dirección este y entramos en el espectacular departamento de la Dordogne. El ambiente se torna definitivamente mágico con la aparición de la nada de cada vez más y más castillos, y cada vez más pueblos medievales, (que aprendemos que por allí se llaman “Bastide”), cada vez más alucinantes. Entre ellos, Monpazier o Belvès, (con los amables vecinos que nos regalan folletos turísticos de la zona y nos dicen que la región tiene más castillos que la del Loira pero se conoce menos).
La etapa, incluido el perfil, está siendo preciosa y perfecta; seguramente la mejor de nuestro recorrido. Quizá por ello, la bici se me pincha por dos veces consecutivas. El cansancio de cada día empieza a aparecer, e influye para que ya al final una pequeña discusión de pareja, junto al hecho de que es demasiado tarde y no encontramos sitio donde comprar comida para cenar, enrarezcan el ambiente y no nos permitan disfrutar al máximo de las dos maravillas que nos guardaba la región para el final del día: Beynac et Cazenac y la Roque Gageac: dos aldeas medievales con sendos castillos que, junto a la vecina localidad de Sarlat la Canéda, justifican por sí solas un viaje turístico a la zona.