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Bosnia y Herzegovina II (el viaje)

  • 8 de August de 2013

De cara a la bicicleta lo primero que conviene dejar claro es que Bosnia no es un país amigo de los ciclistas. El arcén simplemente no existe por lo que la mayor parte del tiempo tienes que ir sobre la línea continua si es que viene marcada, a veces acompañado de bocinazos de los vehículos al adelantarte. También hay que tener cuidado con los coches que vienen en sentido contrario pues a veces cuando se encuentran a tu altura deciden adelantar y pasan más cerca de lo que uno desearía.

De un vistazo uno puede saber en qué zona se encuentra. Si hay banderas serbias e iglesias ortodoxas estás en la república Srpska, si por el contrario son banderas croatas y las iglesias son católicas te encuentras en la Federación en un cantón de mayoría croata y si ves banderas bosnias y mezquitas sabrás que estás en un cantón de mayoría bosniaca de la Federación. También puede darse el caso de que haya mezcla, generalmente de croatas con bosniacos, entonces es posible que veas el minarete de una mezquita y al lado una iglesia con una enorme torre con campanas y megafonía, como si se tratase de una competición de a ver quién la tiene más larga.

La primera impresión que me causa Bosnia es la de estar en Asturias (el verde del paisaje predomina junto con los ameales, montones de paja) durante un día soleado pero suponiendo que Don Pelayo hubiese sido derrotado por los musulmanes, así que en vez de iglesias prerrománicas te encuentras mezquitas.

Tras una subida con rampas importantes nos plantamos en las ruinas del castillo de Srebrenik.

Estamos en pleno ramadán y la vida transcurre con total normalidad pese a estar en un pueblo de mayoría bosniaca. Se ve a la gente comer durante el día y solo se ven algunas mujeres con el pelo tapado.

Hacemos noche en un pueblo de mayoría bosniaca, Zivinice, donde se ve mucha vida en la calle.

Parece que nos vamos adentrando en los Alpes Dináricos, se suceden los puertos entre una frondosa vegetación de hayas y algún tipo de pinacea que desconozco. Las cunetas de las carreteras están plagadas de botellas de plástico y lo que es peor grandes partes del bosque están señalizadas como zonas minadas. Tras unas bajadas nos acercamos a Sarajevo donde haremos un par de noches.

Sarajevo tiene una zona muy turística pero al alejarse un poco uno puede darse cuenta de la otra vida de la ciudad. La ciudad es llana, siguiendo el cauce del río Miljacka, rodeada de montañas por las que suben algunos barrios de viviendas unifamiliares. Es sobrecogedor mirar a las montañas y pensar que estaban ocupadas por francotiradores. A lo largo de la ciudad hay placas conmemorativas y marcas rojas de las masacres producidas por los soldados serbios. Sarajevo es de los pocos lugares en los que en un corto espacio hay una sinagoga, una iglesia católica, una ortodoxa y una mezquita. La ciudad es de mayoría musulmana pero laica. Aún así a la hora de los rezos en la mezquita mayor se puede ver a la gente rezando, sorprende sobremanera ver a muchos musulmanes de ojos y piel clara, porque son eslavos. Seguimos dando buena cuenta de los burek.

Tras el día de descanso retomamos el pedaleo, la salida de la ciudad vuelve a ser nefasta. Tras una pequeña subida llegamos al río Neretva, encajonado entre montañas calizas. A partir de aquí es todo cuesta abajo hasta Mostar. Resulta curioso el cambio de paisaje, ahora la vegetación es mediterránea, nos encontramos en Herzegovina. Mostar merece la pena ser paseada, al parecer la ciudad está totalmente separada, el Neretva hace de frontera entre la parte musulmana, al este y la católica al oeste. La guerra fue bestial aquí, la parte musulmana fue completamente arrasada por los croatas desde un cerro cercano en el que han colocado una enorme cruz, su famoso puente, Most, también fue derribado. Viendo algunos edificios que no han sido arreglados se puede uno hacer una idea de lo que fue. Cada zona tiene su hospital, su estación de autobuses, sus escuelas... en fin, una pena.

Al día siguiente visitamos Pocitelj, pequeño pueblo con casas con paredes y tejados de piedra, que es patrimonio de la humanidad, como lo vemos temprano lo disfrutamos nosotros solos. Se planteó la posibilidad de ir a Medjugore pero la verdad es que no nos gusta mucho el gore así que descartamos la posibilidad. El calor aprieta y nos desviamos para darnos un baño en las cataratas de Kravica, son espectaculares, la pena es la cantidad de gente que hay en ellas. En Stolac nos cuesta encontrar alojamiento, el pueblo es de los que antes era de mayoría musulmana y ahora es de mayoría croata. Seguimos con la dieta del Burek.

Para llegar a Dubrovnik decidimos hacerlo desde el interior y no desde la costa donde nos han dicho que la carretera es muy peligrosa. Así que la etapa de hoy tiene rumbo este, seguimos con paisaje mediterráneo y con zonas minadas, entramos en un valle en el que se alternan los pueblos croatas con los serbios, la zona está completamente deshabitada y visitamos el monasterio de Turdos donde un simpático medio monje rumano nos hace una visita guiada en castellano. Antes de Trebinje podemos ver sus famosos molinos de riego y por último nos dirigimos a la frontera croata.

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