Día de descanso en el que aprovechamos la mañana para visitar Melilla. Accedimos a su parte vieja dentro de las murallas y callejeamos por la zona nueva, de principios del siglo XX, con sus edificios modernistas.
Curiosa ciudad llena de contrastes en la que se puede encontrar una clase media bastante acomodada junto a otras personas que tienen que llevar una vida miserable y donde no es difícil ver a adolescentes intentando acercarse al puerto para colarse de polizones en los barcos que les lleven a Europa y buscar una vida mejor..
Además sus calles están repletas de nombres rancios que, junto con alguna escultura del que luego fue general golpista, nos pusieron los pelos de punta e hicieron aflorar sentimientos de vergüenza.
Otra curiosidad es que en la ciudad existen cuatro comunidades religiosas: musulmana y cristiana que son las mayoritarias, hebrea con 1800 fieles e hindú que no llega a las 200 almas.
En un museo charlamos con una interesantísima guía. La mujer es española, de madre musulmana y padre cristiano. Nos respondió amablemente a una batería de preguntas que sirvió para hacernos entender un poco la realidad de la sociedad española de Melilla y especialmente de la sociedad marroquí. Sin pelos en la lengua nos habló de la bestial discriminación que sufren las mujeres especialmente en las zonas rurales marroquíes.
Un ferry rápido, tras casi 4 horas de navegación, nos dejó en Málaga donde callejeamos y tapeamos por su zona peatonal.