Esta etapa fue la que más nos gustó. Casi íntegramente discurrió por el parque nacional de Alhucemas. En 63 kilómetros hubo un desnivel acumulado de 1500m. Los primeros kilómetros tuvimos que deshacer los últimos recorridos el día anterior hasta el pueblo de Torres Alcalá, donde se conservan las ruinas de una antigua fortaleza. Allí tomamos una bonita pista que bordeando la costa nos llevó hasta el Peñón de Vélez de la Gomera. Sus últimos 300 metros no eran ciclables. Aún así, mereció la pena.
Este peñón es un istmo (fue una isla hasta el terremoto de 1930) que pertenece a España desde mediados del siglo XVI, donde llegaron a vivir 400 personas y en el que actualmente hay una pequeña guarnición militar. Es accesible por barco, helicóptero y por tierra, o al menos eso pensábamos nosotros. En nuestra ingenuidad creíamos que podríamos visitarlo pero cuando ya nos encontrábamos a escasos metros un soldado marroquí nos dió el alto y nos dijo que no podíamos cruzar una cuerda azul, que según él era la frontera, así que nos quedamos con la miel en los labios.
El peñón se encuentra junto a una bonita playa y al pequeño pueblo de Badés desde el que tomamos otra pista hasta Rouadi. Al principio discurría ascendiendo paralela a una rambla seca entre montañas ocres y rojizas, acompañada de palmitos y escasos algarrobos. Pasados unos kilómetros la vegetación iba tomando cuerpo en forma de tuyas, lentiscos, espartos, pinos y eucaliptos.
En Rouadi abandonamos la pista volviendo a la carretera, entrando en Alhucemas por Izemmouren en vez de por Ajdir, que suponíamos tendría menos tráfico.
Aprovechamos la tarde para callejear por la ciudad.