La etapa volvió a discurrir íntegramente por una carretera cercana a la costa. La longitud fue similar a la del día anterior, 82 km, pero el desnivel acumulado llegó hasta los 2090m. Todo fue subidas y bajadas, salvo cuando teníamos que cruzar algún rio, en que llaneaba. El paisaje se mostraba árido: palmitos, lentiscos, tuyas (tetraclinis articulata), pinos (¿de repoblación?) y matorrales. En las huertas de los lugareños veíamos higueras y, en algunas zonas, plataneras además de los inconfundibles montones de paja cubiertos con una red que en la distancia parecen chozas.
Mientras subíamos una cuesta desde un coche nos gritaron “¡ole vuestros cojones!” lo que nos hizo sonreír a la par que suavizó la pendiente de la carretera. Más adelante nos paramos a hablar con unos chavales que habían venido de vacaciones a su pueblo: son marroquíes pero viven en Barbate. Después varios grupos de niños nos pideron euros y "stylos". Al ver a las mujeres cargadas como mulas, comenzamos a darnos cuenta de lo que significa ser mujer en una zona rural de Marruecos.
Un par de horas antes de anochecer nos plantamos en El Jebaha, el antiguo Puerto Capaz del protectorado español que terminó en 1956.
En el pueblo aún pudimos ver vestigios de esa época, como un antiguo cuartel o el dueño del hotel en que nos alojamos, cuyo padre fue maestro de español en el colegio del pueblo y que nos mostró libros en castellano de la época.
Si por el día pudimos observar a las mujeres trabajando en el campo por la noche no logramos ver ninguna en la calle, solo había hombres.