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Río Bravo

  • 27 de February de 2016
  • 140 kms

27 de Febrero de 2016

Caleta Tortel (Chile).

El día veinticuatro por la mañana llegó el barco mediano a Candelario Mancilla. Al parecer tiene una capacidad de veintitrés plazas y no de trece como pensaba. Al final nos juntamos veinticinco pasajeros que éramos el total de los que quedamos esperando para cruzar el lago, pues el día anterior se volvieron algunos por el paso dos lagos de vuelta a Argentina.

Embarcamos todos, demoramos poco más de tres horas en cruzar el lago O`Higgins, considerado el más profundo de América con sus ochocientos treinta y seis metros de profundidad, es uno de los pocos lagos que no se pueden navegar con facilidad a causa de los fuertes vientos reinantes. La travesía nos lleva al embarcadero de Bahamontes. De allí nos separan unos siete kilómetros de ripios hasta Villa O`Higgins que realizaremos con nuestras bicis.

Ayer por la tarde conocimos a Ramón, un ciclista catalán que tiene una tienda de bicis en Sabadell (ESCAPA), nos alojamos con él y el holandés que conocimos en el camping del lado sur del lago del desierto, en una habitación compartida en el hostel el Mosco. Este hostel lo fundo no hace mucho un vasco que paso por aquí le gusto el lugar y montó este hospedaje para los viajeros. Ramón hace unos años atrás lo conoció y nos sorprendió que hace poco tiempo murió de un cáncer él era bastante joven poco más de cuarenta años. Ahora lo regenta una amiga chilena. El lugar es acogedor y el ambiente de ciclistas viajeros de palpa.

Al día siguiente veinticinco de febrero comenzamos propiamente la carretera austral o ruta 7 chilena. Nuestra idea es hacer unos cincuenta y tres kilómetros hasta un refugio de gauchos donde pretendemos quedarnos a dormir. El día comienza lluvioso, pero igual llueve que sale el sol o ambas cosas a la vez y aparece el arco iris, el viento también es fiel compañero del camino y para nuestro pesar en el día de hoy lo llevaremos siempre en contra. Desde Vila O`Higgins hasta Cochrane no hay atisbo de civilización en nuestra cartografía, aproximadamente doscientos treinta kilómetros. El camino hasta la cabaña de gauchos es un continuo sube y baja lo que en el argot ciclista se denomina rompepiernas. En esta etapa nos cruzamos con dos españoles, uno de Madrid y otro de Soria, con tres norteamericanas, dos señores ya bastante mayores más cerca de los setenta que de los sesenta y un japonés, todos ellos en bici. Sobre las cuatro de la tarde llegamos a la cabaña refugio. Allí nos encontramos con Román, un suizo que viaja solo y Kate, una norteamericana de Texas de veintidós años que también viaja sola. El refugio es pequeño pero acogedor con una chimenea y una mesa central de madera, en los laterales hay unos bancos corridos también de madera. Fuera no para de llover y el viento sigue soplando a rachas variadas. Nos presentamos y en seguida nos preparamos una sopa calentita de primero y una pasta de segundo, de postre membrillo con pan. Durante la tarde descansamos, charlamos, escuchamos música de Román, leí un rato el libro de “mi credo” de Herman Hesse. Ya por la noche nos cocinamos otra pasta, recogimos algo de leña del bosque con una especie de sable que había en la cabaña y después de charlar otro rato junto a la chimenea nos fuimos todos a descansar.

Por la mañana del día veintiséis seguía lloviendo, recogimos nuestros sacos de dormir, desayunamos tostadas con café, nos vestimos de ciclistas y chubasqueros, en vez de casco llevo un gorro de lana que será prenda habitual casi todo el viaje. Salimos fuera del refugio con las bicis ya aparejadas para la ruta y preparando la cámara de fotos con el trípode para sacarnos una foto los cuatros, cuando no sabemos de donde aparece un gaucho con dos perros. Nos saluda muy amablemente y nos cuenta que anda por allí juntando su ganado que anda disperso por la zona. Nos da noticia de una historia que ocurrió el verano pasado por aquel paraje, resulta que un puma atacó a varias personas por allí y entre ellos a un viajero español que andaba en bici, lo tuvieron que socorrer y llevarlo en una camioneta hasta Villa O`Higgins para realizarle las curas. A la última persona que atacó este puma fue precisamente a este gaucho, que con ayuda de uno de sus perros allí presente mató al puma.

Nos hicimos una foto los cinco juntos, gaucho incluido,  y nos despedimos, el suizo y la texana seguían su camino hacia el sur, los dos españoles (manolo y yo) seguimos nuestro camino hacia el norte y el gaucho seguía su camino buscando el ganado.

La ruta de hoy nos llevará hasta puerto Yungay a unos cuarenta y siete kilómetros de la cabaña y nos esperan tres grandes cuestas o “mini puertos”, el clima no cambia; viento, lluvia y alguna ventana por donde asoma un momento el sol. Iremos siguiendo durante todo el camino el Río Bravo hasta llegar en un punto en el que la carretera austral queda cortada por este mismo curso de agua, que hemos de sortear mediante una barcaza del estado chileno de uso gratuito, esta embarcación después de cuarenta minutos de navegación fluvial nos dejará en puerto Yungay. En puerto Río Bravo, lugar donde nos embarcamos, hay una construcción con unos baños públicos y unos bancos corridos de madera  que es utilizada por los viajeros mientras esperan la barcaza que solo cruza tres veces al día, dos por la mañana y una por la tarde. Aquí conocimos a maya y su amigo chileno, ambos viajan en una moto, recorriendo todo el país, llevan todo su equipaje, carpa incluida.

Mientras esperamos la barcaza nos cocinamos sopa y pasta, de postre unas galletas saladas con membrillo y chocolate. También nos da tiempo a cambiarnos de ropa y echarnos una siesta. Llegamos sobre las tres de la tarde y nuestro transporte fluvial no llega hasta las siete de la tarde, es la última del día. La idea es cruzar Río Bravo hasta puerto Yungay y quedarnos a dormir allí, donde hay otro refugio para los viajeros que esperan la barcaza de este lado.

Ya en puerto Yungay conocimos a un chileno que viaja solo con una bici de descenso y un remolque fabricado por el mismo, él trabaja como soldador, va hacia el sur y quiere llegar hasta Puerto Natales, donde tiene a la novia trabajando en el parque nacional de las torres del Paine. También nos encontramos allí con una mujer que casi no nos saluda y se fue sola a acampar con la carpa a una pequeña playa cercana.

Hoy es día veintisiete de febrero, nos levantamos un poco más temprano que los días anteriores, sobre las siete y media de la mañana, recogemos todo el tinglado, comemos unas galletas saladas con membrillo y esperamos hasta las nueve de la mañana que abre un garito donde nos tomamos una café. La señora que regenta el local nos pregunta por España y la crisis, nos cuenta una historia de unos viajeros españoles que andaban buscando comida que dejaban otras personas, nosotros le decimos que nosotros tenemos nuestro trabajo y que venir de viaje de tan lejos ya cuesta bastante dinero y ella nos sale que eso lo tenemos por la gracia de dios que nos dio las manos para trabajar. A lo que le remito que con la cruz por delante desaparecieron muchas tribus indígenas de América y que la santa inquisición también tiene la cruz por estandarte. Nos despedimos y comenzamos la ruta del día como siempre, con lluvia, hoy el viento parece que se ha dado un descanso. El camino se nos presenta en una primera parte cuesta arriba, pues nos encontramos casi a nivel del mar y tenemos que subir hasta poco más de cuatrocientos metros sobre el nivel del mar. Pasamos una línea de montañas entre desfiladeros y barrancos donde observamos cascadas por todas sus laderas, la manta continua de bosque selvático lo cubre todo excepto las cumbres donde asoman los glaciares y ventisqueros. Hoy cambiamos de cuenca hidrográfica y dejamos atrás la del Río Bravo para adentrarnos por la del Río Baker, este último nos llevará hasta el pueblo costero de Caleta Tortel ya en la costa del Pacífico.

Caleta Tortel es un pequeño pueblo costero que subsiste de la madera de ciprés muy abundante por la zona. Hasta hace muy poco la única vía de acceso era marítima o aérea desde un pequeño aeródromo que se encuentra  a un kilómetro de esta población, junto al Río Baker. La singularidad de este pueblo es que todo el está construido sobre madera de ciprés, sus calles son pasarelas echas de este árbol y llega hasta encima del mismo Pacífico. Hace aproximadamente unos diez años se construyó una carretera hasta Caleta Tortel, desde la carretera austral son unos veinte y un kilómetros.

Nada más llegar a eso de las tres dela tarde encontramos una habitación, que está muy bien, en casa de una familia. Con baño incluido, todo un lujo. Cuesta unos 15.000 CLP (pesos chilenos) por persona con desayuno incluido. El cambio está a unos 760 CLP = 1 Euro. Nos damos una buena ducha de agua caliente, nos ponemos ropa limpia y nos vamos a buscar un lugar para comer, encontramos un establecimiento de comida casera, nos tomamos una sopa y un plato de estofado de carne vacuno con patatas y arroz, para terminar un  café.

 

Ya con las fuerzas repuestas nos damos un paseo por este curioso pueblo formado de un laberinto de pasarelas que incluso bordean toda la caleta. Llegamos a un supermercado donde compramos toda la comida necesaria para los próximos dos o tres días que nos hará falta para llegar hasta Cochrane. Luego volvemos a nuestra habitación para descansar. La casa se llama “NUNATAK” que en lengua indígena significa “la isla de hielo”.

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