Dulce etapa de transición. Parto de Aguilar por carretera dirección al pantano y me desvío luego en Matamorisca por una carretera estrecha y solitaria que me deja en Cillamayor. Aquí cojo una agradable carretera (bueno, una vía ciclista paralela, lo mejor de la jornada) en la que asciendo con sombrita hasta Brañosera.
Poco después del pueblo, que anda en fiestas y jolgorios, acaba el puerto -desconozco cuál es si tiene nombre- y empiezo el espectacular descenso que me lleva hasta Cantabria. Llego a Fontibre de Ebro, donde empieza el gr99 (un carril bici al principio) y donde una amable señorita de la oficina de turismo me dice sin pestañear que el 100% del Camino Natural hasta Haro es ciclable. Obviamente no tenía ni idea. No es así como comprobaré los días siguientes. De todas fromas ya iba informado, asi que le hago el justo caso, la despido con una sonrisilla y remato la jornada en Reinosa. Han sido apenas 46 kilómetros.
En Reinosa ducha, paseo, y, como he llegado a la hora de comer, hoy sí que me meto en un bar de menú a homenajearme. Por la tarde suelto alforjas en el hostal y me voy con la bici a ver si la subida al mirador de Cotío es tan ciclable como me dicen…
Ni de coña; es una trocha de cabras impracticable de todas todas que merece la pena subir (andando) por las vistas que hay sobre el pantano del Ebro pero que hay que evitar si se va con alforjas. Satisfecho del paseo bajo por una pista muy divertida hasta la orilla del pantano, y me vuelvo por los primeros kms. que haré mañana.
Por la noche, lo mejor del viaje: en una máquina expendedora que hay de leche fresca fresquísima me relleno un bidón de un litro y me lo pimplo con embutidos de la zona. Ñam.