Rumbo a las costas oaxaqueñas

De Pachuca a Oaxaca

Por Luis Antonio

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Este fue mi primer viaje largo en bicicleta.
En el grupo, La cletaria, máquina de mil batallas, y una mente incontrolable.

Mi bicicleta y equipaje estaban listos desde una semana antes, sin embargo, no tenía idea de cuando iniciarían mis vacaciones. Ese día, sin una razón en especial, decidí utilizar mi fixie para ir al trabajo.

Como es mi costumbre, salí con retraso hacia el trabajo, apresuré el pedaleo para llegar rápido, no obstante mi velocidad duró muy poco, después de pasar por un bache mi llanta se desinfló rápidamente. No traía refacciones, ni herramienta, ni dinero para tomar un taxi; afortunadamente una de mis tías vive cerca del incidente y seguro alguien estaría en casa.

Después de dejar la bici y tomar el transporte público llegué a mi trabajo, era tarde, muy tarde, pero nadie dijo nada. Aún no había indicios del inicio de las vacaciones pero los rumores apuntaban a que se extendería el plazo un poco más.

La jornada laboral similar a la de otros días hizo que mi ansiedad creciera cada hora. Al medio día creía todo perdido, mis ánimos bajaron y la emoción de salida se disipó.

A las dos de la tarde, aproximadamente, mi jefa fue al área que comparto con mis compañeros, todos estábamos expectantes al tan esperado anuncio, pero nada, sólo pidió que uno de nosotros fuera a dejar un oficio a otra oficina. Me levanté para llevarlo, tenía que salir a recibir un poco de sol. Cuando recibí el papel en mis manos escuche esas palabras que me dieron tanta alegría de parte de mi jefa: “… si quieres, después de que entregues el oficio te puedes ir a disfrutar de tus vacaciones”.  Eran las palabras que había esperado durante un mes.

Salí corriendo a dejar el oficio, me encontré con varios obstáculos pero los supe resolver. Era la fecha, mi gran aventura estaba a la puerta esperándome. La ruta había sido planeado 5 meses atrás, con ayuda de blogs y foros de cicloturismo, el equipo, que creía necesarios, lo había comprado durante el transcurso del año, incluyendo la bicicleta.

Las cosquillas en mi estómago se hicieron presentes, no estaba seguro de lo que hacía pero sabía que le momento había llegado. Ese día, el traslado de la oficina a mi casa resulto ser más tardado de lo normal, el transporte público me desesperaba. .

Cuando llegué, mi bici me esperaba en la sala y las alforjas en mi recamara, sólo faltaba montarlas en el portabultos junto con la casa de campaña y el bajosleeping. El reloj pasaba de las  3 pm, dude un poco en salir ese día, (en invierno las noches comienzan a las 7 pm) pero mis ansias me empujaron a salir.

Me despedí de mi hermanos y envíe un mensaje a mi mamá y a mi novia, partía en ese momento a Ciudad Sahagún, mi primer destino. La salida era precipitada, pero si no era en ese momento quien sabe si hubiera salido. Aún me faltaba comprar un poco de comida para la ruta y  guantes, los que tenía los extravíe unos días antes.

Compré fruta seca para el camino, el tiempo en el mercado fue corto en comparación con la tienda de bicis.,. Los únicos guantes de mi talla costaban $700 pesos, mucho más de lo que había considerado, pero los muchachxs de la tienda Trek se portaron muy entusiastas cuando les hablé  de mi viaje, y me aseguraron que esos  guantes serían los ideales; no tuve más remedio y los compré.

Los chicos de la tienda también revisaron mi bici, ajustaron los frenos y me regalaron una pequeña bolsa para el cuadro. Me tomaron algunas fotos y me desearon la mejor de las suertes.

Mi salida se había retrasado aún más, ese día tenía que recorrer sólo los 40 kilómetros por una carretera llana, pero el riesgo no era ese, sino la oscuridad que se anunciaba a las 5 pm. Viajar de noche no era lo ideal para mí. Avancé presuroso, no quería moler mis piernas el primer día pero tampoco quería quedar atrapado en la noche por una carretera donde son comunes los accidentes de camiones. El acotamiento me hacía sentir seguro, era muy grande y me aislaba un poco de los vehículos que pasaban junto a mí.

La tarde era hermosa, el sol casi había llegado  al horizonte, pero eso me presionaba para pedalear más rápido. Los anuncios viales que anuncian el kilometraje a Ciudad Sahagún comenzaron a escasear, me sentí a la deriva por un momento (no uso cuenta kilómetros)no sabía cuánto me faltaba para llegar o para regresar a mi casa.

Distinguí algo que muchas veces había visto, pero que hasta ese día no le había tomado la suficiente importancia. En mi país es común colocar pequeñas cruces a las orillas de la carretera cuando alguien fallece, estas cruces se volvieron en un recordatorio durante todo el camino del peligro de las carreteras.

El sol no se detuvo más y comenzó a ocultarse en los cerros de mi lado derecho,la oscuridad se empezó a extender del lado izquierdo. Aún no llegaba, trataba de tener serenidad y esperanzas, era el primer día y la histeria ya era presente.

Cierto era que llevaba casa de campaña, pero en México quedarse a orilla de carretera es como saltar de un edificio de 3 niveles, puede que termines con sólo rasguños o morir en el mismo instante de tocar el piso.

Cuando salí de una curva mi angustia se desvaneció, pude ver Ciudad Sahagún en un paisaje lleno de luces. Mi destino ya estaba a la vista, por tanto, aligere el pedaleo.

Ciudad Sahagún es una zona industrial, no cuenta con hostales o lugares de camping, esa noche solo me ofreció dos opciones de hospedaje. El primero era un hotel medianamente limpio, de aspecto confiable pero a un costo muy alto; la opción dos, era una serie de hoteles de paso que todo el mundo conocía, y que por su nombre (Chocolate) me invitaban a considerar el camping como tercera opción.

Por seguridad termine en uno de éstos hoteles de paso, su diseño era dirigido hacia un solo propósito, muy diferente al que llevaba en ese momento. La ventaja fue que dejaron que mi bicicleta entrará la recamara; la desventaja fue que preferí dormir en el sleeping antes que en la cama.

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