Déjame que te cuente limeña

Ya estamos al Sur del continente. Es una sensación extraña llegar aquí. Te subes a un avión y cuando te bajas todo es nuevo: la gente se ve y se mueve diferente, la comida es distinta y por supuesto la temperatura. Es invierno aquí en Lima.

Jueves por la noche. Llegamos a Anchorage después de pasar 14 horas en aeropuertos y aviones y de derramar unas cuantas lágrimas despidiendo a la familia de Ali en Nueva York. Agradecemos la tranquilidad del Norte, sus paisajes abiertos y la amabilidad de la gente, que habíamos olvidado un poco en la Gran Manzana donde todo son prisas. Nos recoge en el aeropuerto Linda, nuestra anfitriona de Warmshowers, una mujer de energía risueña y aplomo de soldado que unas semanas antes, cuando primero llegamos a la ciudad, nos dio las llaves de su casa y partió de vacaciones a Hawaii sin conocernos de nada.

Viernes por la mañana. Tenemos que ir a la Post Office porque nuestra segunda familia (¡gracias gracias gracias chicos!) nos ha mandado un regalito a la lista de correos de Anchorage. Cuando volvemos a casa deprimidos porque el paquetito no ha llegado a tiempo (oooooh) nos encontramos con una madre alce que pasta tranquilamente en un parque en pleno de centro de la ciudad junto al carril bici ¡¡susto o muerte!!.

Sábado. Llega un nuevo invitado a casa de Linda. Aaron acaba de terminar su viaje a través del país, desde Nueva York hasta Alaska en tres meses. Nos quedamos asombrados de nuevo con la cantidad de gente maravillosa y con proyectos bonitos que hay por el mundo. Linda hoy no trabaja así que los cuatro nos dedicamos a hacer un tour por la ciudad recopilando lo último que necesitamos antes de salir hacia Suramérica. Por la noche llegan también a casa de Linda las dos hermanas de Aaron, tan especiales como él. Juntos los tres son como una bombilla que ilumina la habitación en la que estén.

Domingo. Llega el momento de empaquetar. Álvaro se convierte en el cabo de bici y Alicia se ocupa de las maletas. Aprovechando que hay que comprobar que lo llevamos todo, el equipo completo recibe una limpiada. Las botellas de agua de pronto vuelven a ser transparentes. Moraleja, hay que limpiarlas de vez en cuando. Finalmente a las 11 de la noche, tras un rollo de papel de cocina, cuatro rollos de celo y el uso de tres cajas de bici (dos para empacar las bicis y una para hacer las protecciones), damos por concluida la faena.

Lunes, 5 de la mañana. Llegamos al aeropuerto de Anchorage (GRACIAS LINDA) dispuestos a dar batalla. Nos acercamos al mostrador enfundados en la armadura y empuñando la espada cuando la señorita nos dice: «vaya, no sé la regulación de American Airlines con respecto a las bicis». Como el día anterior habíamos llamado para preguntar tenemos la respuesta preparada: «bueno, si cumplen tal y cual medida y no exceden de tanto peso pasan como maleta.» La señorita nos mira, mira el monitor, mira las bicis (recordemos que son las 5 de la mañana) y dice «¿y las vuestras cumplen todos los requisitos?». Sin pestañear y sin mirarnos asentimos despacio con la cabeza pensando que ojalá no las pesen. La señorita pulsa un botón y nos da los resguardos del equipaje. «Bien, entonces llevarlas allí. Vuestra puerta de embarque es la 3C». Casi nos dan ganas de decirle «Señorita, ¿tan fácil? ¿no nos quiere poner ni una pega pequeña?» Pero nos contenemos y sumisamente nos vamos a pasar el arco. Por el rabillo del ojo vemos que los de seguridad del aeropuerto están abriendo las cajas para asegurarse de que no nos llevamos una pezuña de oso de extrangis, suponemos. «Por favor cierren bien las cajas». «No se preocupen señora», nos dicen, pero le ponen bastante menos cinta de la que Álvaro el Prudente había empleado. En fin, con la Iglesia hemos topado Sancho. Nos vamos a nuestra puerta de embarque cabizbajos.

Martes, 5.30 de la mañana (hora de Lima). Llevamos un rato esperando en la cinta de equipajes del aeropuerto pero parece que las maletas no salen. Al final se cierra la puertecilla de metal por la que una mano invisible introducía los equipajes en la cinta y nos vamos al mostrador de reclamaciones. Todos los que cogimos el vuelo desde Chicago a Miami y Miami-Lima estamos en la cola. Rellenamos nuestro papel con poca confianza y nos vamos a buscar un taxi. A las 6.30 estamos en el Dragonfly, el hostal donde vamos a pasar unos días. Caemos en la cama que nos prestan mientras se vacía nuestra habitación y nos despertamos 7 horas más tarde. Bajamos a comer algo y nos volvemos al hostal. Dormimos hasta la mañana del día siguiente.

Miércoles. Por la mañana salimos a dar un paseo y conocer un poco la ciudad. Lima es fea, apretada y en invierno está permanentemente cubierta por una capa de bruma. 8 millones y medio largos de personas viven aquí. Nosotros estamos en uno de los barrios de «billete» como dicen aquí, Miraflores, y se nota. Nos movemos tranquilos por la calle, solo vigilantes por el tráfico loco de la ciudad. Digamos que aquí las normas de tráfico son puramente orientativas y el claxon una forma de avisar de la presencia de uno. Volvemos al hostal a tiempo para hacer una breve entrevista para radio Vitoria. Cuando llegamos, las bicis y todo el equipaje han terminado su periplo por los aeropuertos del mundo. Solo les ha llevado unas 30 horas encontrarnos. Con cuidado deshacemos todo el trabajo que a Álvaro le ha llevado un día entero confeccionar y volvemos a colocar en su sitio desviador, platos, y en general todo lo que pueda romperse. En honor a los dos cambios de avión, Álvaro ha creado una funda de cartón para proteger cada pieza. Una obra de artesanía. Por la noche quedamos con uno de los anfitriones de Warmshowers aquí en Lima que nos ofrece ayuda para decidir nuestra ruta y además nos da una buena vuelta por la ciudad. Así conocemos el barrio de Barranco, otro de los distritos seguros de la ciudad. (Gracias Eduardo)

Jueves. ¡Ha salido el sol! Aprovechamos para dar un paseo y también llamamos a familia y amigos via el (bendito) Skype. Degustamos los platos típicos de la zona en pequeños restaurantes que ofrecen menús por 7 soles (2 euros y medio). Los sabores son distintos pero se agradece enormemente la variedad. Por fin comemos platos de cuchara, arroz, carne y frutas. ¡Viva Perú!

Por la noche conocemos por fin a Ivana y Harry, una pareja que empezó hace dos años a recorrer América de Norte a Sur y con la que ocasionalmente hemos intercambiado correos. Ha sido estupendo por fin verles en persona. Hoy nos encontramos en Lima y hemos decidido hacer una parte del camino juntos. ¡El sábado salimos camino del desierto!

Este es el mapa de la ruta en América Latina 😉

Ver Viaje 2010 – Lima – Santiago de Chile en un mapa más grande

Os dejamos con esta canción de Chabuca Granda, la más reputada de las catoras peruanas y su canción sobre Lima, la flor de la Canela 😉