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Pobreza, ideas y bicicletas

Por Alicia Urrea

La pobreza es esa situación de carencia de recursos que impide satisfacer las necesidades físicas y psíquicas básicas. Dentro de la pobreza hay diferentes grados: se puede ser completamente pobre (es decir, no tener casa, comida o dinero para ir al médico) o se puede ser relativamente pobre, esto es, tener casa, comida y agua potable en casa, pero sin embargo tener que trabajar para conseguir cada una de esas y cosas sin tiempo para, por ejemplo, ir al colegio; no poder leer un libro; o no poder coger el autobús por falta de dinero.

Como no nos ponemos de acuerdo sobre la forma de medir la pobreza, no tenemos datos precisos de cuánta gente pobre (absoluta, o relativamente) hay en el mundo, aunque sabemos que mucha. Y lo que es peor, sabemos que mucha de esa gente que es pobre, además está en situación de exclusión social o en riesgo de estarlo, es decir, además de no tener dinero, esas personas no tienen redes sociales (familia, amigos, un pueblo) que le apoyen. En general, en el primer mundo encontramos más personas en situación de exclusión que absolutamente pobres, mientras que el Sur cualquiera de las combinaciones existe.

La pobreza es un monstruo pegajoso y oscuro del que es muy difícil salir porque no solo depende de la voluntad de una persona (como parecen creer los yanquis), sino también de los resquicios que deja el entorno en el que nos movemos. Es decir, la pobreza viene explicada por causas como

  • el medio ambiente
  • la situación económica (crisis financieras)
  • sistemas económicos y jurídicos como los de los sñoritos andaluces
  • epidemias, enfermedades (VIH, malaria…)
  • el sistema político y sobre todo, los conflictos político-militares
  • la discriminación por pertenecer a una determinada raza

Y por tanto para superar la pobreza hay que hacer malabares con todas esas cosas y con otra: el sistema mundial. Es decir, ¿hasta que punto puede el Congo superar sus conflictos militares si desde el primer mundo no dejamos de demandar coltán para nuestros teléfonos móviles o diamantes para sellar los compromisos matrimoniales? ¿Sabíais que cuando se trató de llegar a un acuerdo de paz, el líder de los rebeldes del Congo puso como exigencia ser nombrado ministro vitalicio del ministerio de Minería?

Suelo pensar qué puedo hacer yo como individua para cambiar algo. Sobre todo en los días como esos en los que subimos al monte en los que me siento más que nunca una pequeña persona ante la inmensidad. Como soy una optimista de raza, tengo siempre preparados dos pensamientos para contrarrestar el efecto negativo de la inmensidad:

  • La primera, el ejemplo de un solo hombre, Julio César, que logró transformar el Imperio romano en los tres años que duró su reinado y lo preparó para que le sobreviviera cinco siglos ¡¡un solo hombre!!
  • La otra, es la vieja frase de los ecologistas: «piensa globalmente, actúa localmente». Aunque para tí el efecto sea pequeño, tus actos pueden significar un mundo para otra persona.

Las Naciones Unidas se propusieron hace unos años erradicar la pobreza extrema y el hambre en el mundo para 2015. Para ello se marcaron 8 objetivos y les pusieron el pomposo nombre de «Objetivos del Milenio». Me sonrío al pensar que esos líderes mundiales reunidos en la gran e impersonal sala tuvieran el suficiente cinismo como para firmar la declaración, sabiendo perfectamente que las grandes potencias no tenían la más mínima intención de cumplirla ni en 2015 ni en 2050.

¿Podemos hacer nosotros algo para avanzar hacia ellos? Os invito a entrar en este microsite, gestionado por la Fundación FIDE y hacer vuestras propuestas… Yo creo que tenemos algo que hacer en al menos estas dos:

7. Mejorar la sostenibilidad del medio ambiente. Ya hemos hablado otras veces de la necesidad de consumir menos y mejor, o de medidas que se podrían adoptar para mejorar la movilidad urbana (fuente de una parte importante de las emisiones de C02)

8. Fomentar una asociación mundial para el desarrollo. Una vez escuché que no sirve de nada pegarse de frente con los problemas, como la mayoría de las cosas oscuras y pegajosas, se resuelven mejor calentando el recipiente y dejando que se disuelvan. Y en el caso de la pobreza, en mi opinión la presión hacia los poderes político y económico son la mejor medicina.

Para cerrar, os dejo un ejemplo de cómo a veces pequeños gestos pueden significar grandes diferencias: ved por ejemplo lo que ha supuesto para estos niños de Sri Lanka disponer de bicicletas para desplazarse hasta el colegio, gracias al trabajo de Save The Children reciclando bicicletas en Inglaterra. Sin embargo hay muchas otras ONG que se dedican a restaurar y enviar bicicletas a comunidades del Sur, incluyendo una española, Cíclope, que actualmente está inactiva por falta de apoyo.

PD. Feliz Blog Action Day

Este artículo fue publicado el 15/octubre/2008. Última actualización: 7/agosto/2020 dentro de la categoría Reflexiones variopintas en Rodadas.net, una página web sobre cicloturismo y viajes en bicicleta mantenida por Álvaro Martín y Alicia Urrea.

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Comentarios Un valiente ha comentado

  1. eulez dice:

    Hombre, Julio César no es que sea un buen ejemplo. Más que nada porque solo hubo uno como él y segundo porque fundó un Imperio a base de cargarse a galos (millones) y a sus compatriotas rivales… vamos, que mejor pon de ejemplo a Gandhi. Pero tampoco porque esos son «grandes». La mayoría de los seres humanos no somos ni tan valientes ni tan inteligentes. La mayoría lo que podemos hacer es intentar ser coherentes con nuestras ideas, dentro de lo posible, porque esta sociedad no deja mucho margen a la coherencia.