Somos unos enamorados de Francia, país que vamos conociendo poco a poco. Cuando hicimos el Tour del Tarn hace tres años, nos quedamos con las ganas de seguir río arriba y llegar a las conocidas Gorges (foces o desfiladeros) du Tarn. Así que nos pusimos a investigar un poco qué tal era el departamento que limitaba con el Tarn por el norte, Aveyron, y todo lo que vimos nos atrajo: paisajes verdísimos, ríos y más ríos, montañas, arte, pueblos preciosos, ¡Aveyron es el departamento francés con más pueblos dentro de la clasificación de "pueblos más bonitos de Francia", diez ni más ni menos! No tuvimos dudas, nos íbamos a conocer Aveyron. Vimos que podíamos diseñar una ruta circular que uniera estos diez pueblos en unos 700 km y nos pareció adecuado para los días que teníamos. Con todo decidido metí en una coctelera un montón de valles, tres grandes ríos (el Tarn, el Aveyron y el Lot), el viaducto de Millau, los diez preciosos pueblos y un buron (típica cabaña de pastores del Aubrac), sacudí bien y... voilà, ¡ya teníamos camiseta para el viaje! Como veis el diseño salió verdísimo, pero eso es precisamente lo que hemos encontrado, un verde insultante que lo llena todo a pesar de estar en el mes de agosto.
Os pongo el recorrido total de la ruta para que situéis bien el departamento dentro de Francia.
Madrugamos y para la hora de comer (horario francés) ya estábamos en Millau. Por la tarde nos dedicamos a conocer un poco la ciudad, con un centro histórico laberíntico, lleno de estrechas callejuelas.
La iglesia de St-Martin...
La cruz, no podía faltar la cruz...
Y curiosidades como la entrada a esta casa, no apta para paticortos.
Pero además Millau está considerada en Francia la capital del cuero, ¡en semejante comarca ganadera no falta la materia prima! En concreto su especialización son los guantes. Me interesa personalmente el tema y me paraba en todas las tiendas y talleres por los que pasábamos, pero la verdad es que no vi nada que me llamara especialmente la atención, bueno sí, ¡los precios!
Sí, nos gustó Millau, pero ya estábamos impacientes por comenzar a pedalear, ya faltaba menos...
ETAPA 1: MILLAU-RÉQUISTA: 75 Km, 1.227 m de desnivel+ y 1.034 m de desnivel-
Madrugamos y lo primero que hicimos fue ir a visitar una de las cosas que nos habían quedado pendientes el día anterior, el Pont Vieux y su molino. Qué preciosidad, con esas primeras luces del día, la cosa empezaba bien...
En cuanto salimos de Millau ya apareció ante nosotros la obra de ingeniería más conocida de Aveyron, el viaducto sobre el río Tarn, una obra gigantesca de acero y hormigón diseñada por Norman Foster. Parece mentira que una obra tan mastodóntica pueda resultar tan estética. Tan blanco, tan estilizado, ¡el pilar más alto mide más que la Torre Eiffel!, sí, me encantó el viaducto de Millau.
Y nada más pasar bajo el viaducto ya apareció ante nosotros unos de nuestros diez objetivos, PEYRE, el primero de los diez pueblos más bonitos de Francia que hay en Aveyron.
Desde Peyre hay una bonita perspectiva del viaducto.
Pero decidimos concentrarnos en visitar el pueblo, construido sobre una impresionante mole de roca, con su iglesia troglodita...
Y sus callejuelas empinadas. Un pueblo muy curioso, precioso, y a esas horas de la mañana tan tranquilo... ¡me encantó!
Lo recorrimos de punta a punta y volvimos a bajar hasta el Tarn. De hecho nos acercamos hasta la orilla del río para poder tocar el agua, y es que el Tarn es un río especial para nosotros.
¡En el valle del Tarn hasta los espantapájaros son guapos!
Seguimos nuestro camino por carreteras tranquilas hasta llegar a Les Raspes du Tarn y su cascada, hombre, agosto no es el mejor mes para las cascadas, pero caía agua, y con ello nos dimos por satisfechos.
El río bajaba espléndido y hacíamos continuas paradas para admirarlo.
En cuanto a las carreteras... pues tan estresantes como las que veis en la foto, cómo disfruté de esas subidas...
Pasamos por varios puentes, alguno de ellos tan bonito como éste colgante.
Nueva subida. Hacía calor, así que esas cuatro gotas que cayeron (bueno, tres) se agradecieron.
Ya era hora de comer, pero los pocos pueblos por los que pasábamos eran muy pequeños y sin ningún sitio para reponer fuerzas. Afortunadamente en Broquies tocaba mercado semanal y en uno de los puestos vendían hamburguesas al estilo local: carne de ternera de Aveyron, salsa de Roquefort (¡cómo nos hemos puesto de queso Roquefort estos días!, Roquefort es un pueblo de Aveyron y su queso está por todas partes), verduritas de las huertas del Tarn y pan del panadero local, ¡qué buena estaba! Me supo a poco, pero sirvió para poder continuar con las subidas.
Con el estómago casi lleno y esas carreteras, los siguientes kilómetros fueron pan comido, aunque picaran para arriba.
Volvimos a bajar hacia el Tarn y entonces apareció él, BROUSSE-LE-CHÂTEAU, el segundo de los pueblos de nuestro objetivo.
Una potxolada de pueblo, con su muralla, su camino de ronda, sus cinco torres de defensa, sus callejuelas empedradas...
Unos pocos y agradables kilómetros junto al río y ya sólo nos quedaba la última subida, pero la más dura, y la hamburguesa ya estaba casi quemada... Por eso para nosotros fue como encontrar un oasis cuando vimos este precioso restaurante con una terraza a orillas del río. Nos tomamos un helado y una coca-cola que nos dieron la vida.
Gracias a eso pudimos superar sin mayores problemas esos seis kilómetros con rampas duras que nos separaban de Réquista, nuestra meta de la primera etapa.
Réquista es un pueblo anodino del que no se puede remarcar nada en especial, pero la verdad es que en el Aubergue La Planquette estuvimos de maravilla, con su inmenso jardín donde Quimet pudo hacer cómodamente la revisión de las bicis mientras yo descansaba en una tumbona como una reinona, jajaja...
ETAPA 2: RÉQUISTA - SAUVETERRE-de-ROUERGUE: 47,5 Km, 538 m de desnivel+ y 620 m de desnivel-
La segunda etapa fue bastante más suave. Cuando nos levantamos había un poco de niebla, pero para cuando comenzamos a pedalear ya prácticamente se había disipado.
Estábamos ya en plena comarca del Ségala, al oeste de Aveyron, una comarca agrícola y ganadera, una meseta atravesada por valles (de hecho se le conoce como el país de los cien valles), muy agradable.
Ese primer día por el Ségala comenzamos a comprender eso del país de los cien valles, estábamos en una planicie, rodeados de vacas y campos de maíz, y de repente caíamos en las profundidades de un valle cerrado, totalmente boscoso...
Pasando por tremendas mansiones fortificadas...
Y llegábamos por fin al fondo del valle, al río, en este caso el Viaur.
Y entonces tocaba remontar, pero las subidas siempre eran encantadoras, porque las carreteras eran tranquilísimas y siempre se pasaba por lugares preciosos.
Una costumbre que adquirí: ni un día sin cruasanes ni moras, casí conseguí cumplir mi objetivo...
Anda, es la primera vez que veo a una vaca preñada que elige el parto en el agua...
Pero bueno, a lo que iba, que me distraigo, tocaba remontar el frondoso valle.
Y pasar bajo otro famoso viaducto, en este caso ferroviario, el de Viaur, en su momento el puente de acero más largo construido. Impresiona, pero no tanto como si el día anterior no hubiéramos pasado bajo el de Millau...
Tras la remontada nos tocaban unos kilómetros por la nacional y, la verdad, después de pasar por esas carreteras tan estrechas y tranquilas nos daba un poco de pereza vernos inmersos en el tráfico, hasta que vimos que por esta nacional el tráfico brillaba por su ausencia...
¡Allí sólo había ciclistas!
Dejamos la nacional pocos kilómetros después para desviarnos hacia Naucelle.
Bonito pueblo, por cierto...
Pero para pueblo bonito, SAUVETERRE-de-ROUERGUE, el tercero de la colección y donde acabamos la segunda etapa.
Sauveterre, Bastida Real del siglo XIII, tiene la plaza porticada más grande de Aveyron, esas casas con entramados de madera, ese suelo de arena con zonas empedradas, qué preciosidad...
Esa etapa había sido corta, para la hora de comer ya estábamos en nuestro destino, por lo que tuvimos toda la tarde para instalarnos en nuestra chambre d'hôtes, ducharnos, descansar un poco y salir a visitar detenidamente el pueblo, una delicia.
ETAPA 3: SAUVETERRE-de-ROUERGUE - VILLEFRANCHE-de-ROUERGUE: 76 Km, 1.410 m de desnivel+ y 1.617 m de desnivel-
La etapa más dura en cuanto a kilometraje y desnivel fue una etapa 100% Ségala, subidas y bajadas continuas a diferentes valles. Nada más salir de Sauveterre ya nos tocó remontar un valle hasta llegar a una de las planicies típicas, por carreteritas bucólicas entre campos de maíz.
Tras un descenso vertiginoso nos plantamos en el bonito pueblo de Castelmary.
Y volvimos a subir...
Y ante nosotros otra masa boscosa, señal inequívoca de que tocaba otro descenso al fondo del valle...
Curvas y contracurvas...
Cruzar el río...
¡Y vuelta a subir! Durante un ratito íbamos a adentrarnos en nuestra querida comarca del Tarn.
Y claro, no podíamos estar en el Tarn y no encontrar antes o después un palomar...
Era ya hora de comer y no encontrábamos ningún lugar para hacerlo, ¡con el hambre que teníamos! Con gran alegría vimos el anuncio de un camping (Camping La Prade) con el cartel típico del tenedor y la cuchara, pero no hubo manera de que nos dieran de comer. El encargado resultó ser muy borde, ante nuestra educada manera de preguntar si había algo para comer nos contestó que ése era un camping privado, que no querían romper la tranquilidad de los inquilinos, que Francia era un país libre y democrático en el que él podía dirigir su negocio como le diera la gana, bla, bla, bla... una respuesta muy poco educada ante una simple pregunta educada, en fin, peor para él. Afortunadamente apenas un kilómetro después encontramos un bar-terraza al borde del río donde comimos como reyes, comida sencilla pero un auténtico manjar para nosotros que hizo que nos olvidáramos rápidamente del tío borde ése...
Tras la enésima subida del día (bueno, la sexta, tampoco hay que exagerar, jajaja) y su correspondiente bajada llegamos al cuarto de nuestros pueblos, NAJAC, un pueblo-calle con una pendiente brutal (que afortunadamente nos tocó hacer cuesta abajo) y que termina en un precioso castillo.
En fin, otro pueblo precioso del que, como siempre, nos dio pena irnos, más aún cuando tras salir de él nos tocaba de nuevo una larga subida...
Bueno, en realidad al abandonarlo aún nos quedaba algo de bajada, teníamos que llegar por primera vez en nuestro viaje al río Aveyron que da nombre al departamento. Nos hizo ilusión encontrarnos por fin con él.
Bueno, ya sólo quedaba una última subida, tan tranquila, tan verde y tan preciosa como el resto, la subimos sin grandes problemas.
Los últimos doce kilómetros fueron por terreno ondulado pero bastante llano pero, curiosamente, fueron los que se nos hicieron más duros. El calor, los kilómetros, el desnivel acumulado y, sobretodo, el efecto psicológico de pensar que ya todo estaba hecho cuando en realidad no era así, hicieron que se nos hiciera un poco pesado el tramo final, pero al fin llegamos a Villefranche-de-Rouergue, una ciudad con un bonito centro histórico en el que destaca, imponente, su preciosa e impresionante colegiata (no es de extrañar que tardaran 300 años para su construcción). Su inmenso campanario cruza la vía pública, precioso.
La visita a la ciudad la dejamos para después, estábamos impacientes por llegar a nuestra chambre d'hôtes, a orillas del río Aveyron, Mon Plaisir, ¡por fin llegábamos a casa!
Tras instalarnos y ducharnos no pudimos evitar descansar un poco en las tumbonas, pero se hacía tarde y había que visitar la ciudad.
Como os he dicho Villefranche-du-Rouergue tiene un bonito centro histórico por el que estuvimos callejeando.
Pero sin duda el centro neurálgico se encuentra en la plaza mayor, cuyo aspecto grisáceo, a tono con el cielo tapado, no le restaba ni pizca de encanto. Para colmo pudimos cenar un señor plato de espaguetis, algo complicado de encontrar por estos lares. Un final perfecto para un día precioso.
ETAPA 4: VILLEFRANCHE-de-ROUERGUE - CRANSAC: 66 Km, 1.006 m de desnivel+ y 986 m de desnivel-
Madrugamos y salimos temprano de Mon Plaisir. No puedo seguir la crónica sin hacer una mención especial a nuestros anfitriones. Mira que nos hemos alojado a lo largo de los años en chambres d`hôtes, pero en ninguna han tenido tantas atenciones con nosotros como en ésta: no recibieron con unas toallas mojadas en agua helada para que nos refrescáramos la cara (hacía mucho calor), teníamos una nevera en la habitación con bebidas, fruta fresca, chocolatinas... a nuestra disposición y sin coste alguno, un bote lleno de cacahuetes, un par de paraguas por si llovía, albornoces, un gran cargador para móviles, tablets y todo tipo de chismes electrónicos... una pasada. Un diez para nuestros discretísimos anfitriones.
La etapa era un poco rompepiernas pero no tan dura como el día anterior, los primeros veinte kilómetros eran de continua subida, pero suave, remontando el río Aveyron. Además, yo tenía reservas, me había desayunado dos cruasanes, una tostada con mantequilla y mermelada, otra con queso, un bol de cereales, un yogur, una ciruela, un zumo y un café, jajajajaja... Así que durante esos veinte kilómetros subimos 500 metros de desnivel casi sin darnos cuenta.
La primera parada fue para visitar La Bastide-l'Evèque, un pueblo muy mono, fundado en el siglo XIII para competir con la bastida de Villefranche-de-Rouergue, aunque les quedó un poco chiquita para hacerle la competencia...
Después vino un tramo ondulado en el que nos reencontramos con los paisajes típicos de Le Ségala.
Hasta que llegó un largo descenso que disfrutamos metro a metro, qué bajada más preciosa, madre mía...
Tras una subida puñetera que nos pilló un poco desprevenidos nos plantamos en BELCASTEL, el quinto pueblo, a orillas del río Aveyron...
Belcastel es un pueblo que parece sacado de una postal, su puente, su castillo, su iglesia, sus calles adoquinadas... Sin duda, un pueblo que merece estar dentro de los más bonitos de Francia.
Comimos allí mismo y tras una pequeña siesta a orillas del río seguimos nuestro camino. Tras una sosa subida a Rignac por carretera amplia, se acabaron las dificultades del día. Ya sólo quedaban unos agradables kilómetros...
Pasando por lugares tan bonitos como el castillo de Bournazel.
Tras una larga bajada llegamos a nuestro destino, Cransac.
Nos alojamos en el Hotel Les Carillons que, ¡oh, sorpresa!, tenía piscina, buaaaahhhh, nada mejor que un baño después de una acalorada jornada de cicloturismo...
Cransac es un pueblo-balneario con un cierto aire decadente (algo bastante normal entre los pueblos-balneario), pero con un bonito parque por el que estuvimos paseando y viendo cómo se ponía el sol...
ETAPA 5: CRANSAC - GRAND-VABRE: 53 Km, 693 m de desnivel+ y 765 m de desnivel-
Etapa sencilla con sólo dos dificultades montañosas. Nada más salir ya nos tocó una subidita de las que se agarran, más aún con el fresco de la mañana, pero la subimos sin problemas
Una zona de suave descenso entre campos y pequeñas aldeas, por carreteras de ésas que nos encantan...
Y la gran subida del día, unos diez kilómetros muy boscosos y sin grandes pendientes, vamos, una subida de las de disfrutar.
Y si de vez en cuando se hace alguna paradita para beber o comer algo, el éxito está asegurado.
Ya estábamos arriba, con buenas panorámicas...
¡Mira, Quimet, ovejaaas, ovejaaaaaaassss!... Es que habíamos atravesado todo el Ségala, el país de las ovejas, ¡y no habíamos visto ninguna, tan sólo una escultura de ellas en Réquista! Hasta ahora todo eran vacas, así que al ver un rebaño de ovejas no pudimos evitar pararnos para inmortalizarlas.
Ya tranquilos por haber cumplido con las ovejas emprendimos el largo descenso hacia el valle del Lot, que sería nuestro intermitente acompañante los próximos días.
¡Allí estaba el río!
Nada impidió que lo cruzáramos, ni siquiera el semáforo en rojo, jajaja...
El resto de la ruta fue puramente contemplativo, llano, con ligeras ondulaciones, tan sólo nos quedaba pedalear tranquilamente y disfrutar del paisaje.
Estábamos en pleno Camino de Santiago y los carteles recordaban que había que convivir pacíficamente con los coches (que, por otra parte, brillaban por su ausencia). De todos modos pocos ciclistas vimos, en realidad en todo el departamento hemos visto menos bicis de las que esperábamos, y de las que hemos visto ¡la mitad eran eléctricas! A eso ayuda, sin duda, el hecho de que el gobierno francés subvenciona con 200 euros la compra de una bici eléctrica. Pero vamos, que a veces nos sentíamos unos bichos raros resoplando mientras otros pedaleaban como si tal cosa...
Nuevamente nos costó encontrar un lugar para comer, era domingo y el único restaurante que vimos estaba lleno, así que tuvimos que esperar hasta prácticamente llegar a nuestro destino, Grand-Vabre, para que, después de lidiar un poco con la camarera (es tarde, es tarde, nos decía, jajaja), nos dieran de comer. Ya sólo nos quedaba cruzar el río para llegar a Grand-Vabre.
Grand-Vabre es un pueblo pequeñito pero muy cuidado, a orillas del río Dourdou, donde pasamos una relajada tarde descansando, lavando ropa y paseando.
ETAPA 6: GRAND-VABRE - ENTRAYGUES-sur-TRUYÈRE: 65 Km, 941 m de desnivel+ y 923 m de desnivel-
Comenzamos la sexta etapa remontando el rio Dourdou y, sin apenas tiempo para calentar, nos topamos con el sexto pueblo, CONQUES.
Pero para llegar a él había que subir una fuerte pendiente, esfuerzo que se vio totalmente recompensado con la primera vista del majestuoso pueblo.
Callejeamos un rato por él...
Y nos plantamos ante su imponente Abadía de Santa Fe, con una fantástica portada ante la cual pasamos un buen rato admirando cada imagen del tímpano del Juicio Final, una preciosidad.
Los diez pueblos de la clasificación de los "pueblos más bonitos de Francia" que hemos visto estos días son todos preciosos, cada uno con su carácter, pero si he de elegir uno de ellos quizá me quedaría con Conques, qué bonito...
Es un lugar de paso importante dentro del Camino de Santiago y nos cruzamos con muchos peregrinos. Quisimos salir del pueblo por donde lo hacen ellos, por una empinada calle empedrada, una preciosidad.
Y obviamente, aunque no formaba parte de nuestra ruta, cruzamos el río Dourdou por el puente románico de los peregrinos.
Pasamos un buen rato en Conques, el pueblo lo merecía, pero había que continuar el camino, cada vez por carreteras más secundarias.
El ascenso seguía siendo muy suave y muy agradable.
Llegamos a Villecomtal y sabíamos que a partir de entonces comenzaba la subida de verdad...
Así que paramos para comprar algunas cosas y tomarnos un café en un hotel. Estamos acostumbrados a que en los baños públicos de los pueblos franceses continúe habiendo wáteres de pie, pero que los haya también en un hotel... en fin, c'est la France!
Bueno, tocaba subir de verdad así que, a poner un ritmo tranquilo y xino xano, poliki poliki, poco a poco, culminamos la subida.
Y tras una rápida bajada nos plantamos en ESTAING, el séptimo pueblo, qué estampa más bonita, qué buena pinta tenía...
Efectivamente, una preciosidad de pueblo medieval, como pudimos comprobar después de comer.
Con su iglesia, frecuentada por los peregrinos del Camino de Santiago...
Su castillo, en estado actual de restauración por parte de la sociedad constituida por Valéry Gircard'Estaing, expresidente de la república francesa.
Una pequeña ciudad realmente bonita de la que nos costó separarnos, ¡siempre nos costaba dejar estos pueblos y ciudades tan guapos!, a mí al menos siempre me entraba un poco de nostalgia al hacerlo...
Los últimos kilómetros fueron muy sencillos, siempre en suave descenso por las Gorges du Lot.
Y llegamos a nuestro destino, Entraygues-sur-Truyère, ¡un río más para la colección, el Truyère!
Entraygues es un pueblo agradable, situado en una confluencia de ríos y valles, pasamos una buena tarde.