Sri Lanka 2014 - Primera experiencia viajando en bici

Tal y como nos contaría cualquier charlatán dando un discurso motivador y positivista, esta crisis viajera provocada por el hartazgo mochilero (y algo más, como siempre) permitió que le llegara su oportunidad a la bicicleta. Totalmente profano al universo cicloturista, maduré la idea de hacer el viaje en bicicleta pocas horas antes de coger el avión, y aún sin acabar de creérmelo, aterricé en Colombo con la idea de hacerme el perímetro de Sri Lanka pedaleando. Este nuevo escenario chocaba totalmente con mi naturaleza hiper racional, pragmática y por encima de todo planificadora. Por una vez, había tomado una decisión bastante a voleo, sin pensar, de forma bastante inconsciente: casi no me reconocía.

El problema es que, evidentmente, llegué a Colombo sin alforjas, herramientas... y lo peor: sin bicicleta. Pasé cuatro días recorriéndome una de estas metrópolis hindostanís, sus tiendas, bazares caóticos y antros variopintos. Me surtí de herramientas y me compré una bici de la marca nacional por 60 euros (Las "famosísimas" Lumala... no veáis lo que lo petan en Sri Lanka), unos pulpos, até mi mochila en el portaequipajes trasero que me revendió un verdulero y me puse "on the road" preguntándome hasta dónde llegaría mi osadía. Hasta ese día yo siempre había tenido al cicloturista como un superhéroe, como algo muy mítico y legendario, y ahora me veía yo mismo vestido de sufridor intentando salir del caos de Colombo con una bicicleta local, la mochila detrás pulpeada, inhalando dióxido de carbono a tutiplén e intentándome orientar en una metrópolis asiática mugrienta. ¿Hasta cuándo podría aguantar tal agonía?

Al cabo de 28 días había recorrido el perímetro de Sri Lanka, unos 1500 Kms a razón de unos 80 kms. diarios con sus pertinentes días de reposo, con un montón de historiones (como cuando se me cruzó un elefante por la selva justo después de que petara el cable del desviador de mi súper bici marca local Lumala nueva de trinca... imaginaos cómo intentaba escapar a toda prisa con el plato pequeño... momento cómico del viaje) y, obviamente, unas ganas increíbles de repetir experiencia. Ciertamente recorrí la isla por la costa, siempre playita, siendo así una ruta poco exigente a nivel físico. Sólo las pasé canutas un dia en que tuve que hacerme 140 Kms. para encontrar cobijo, día en que conocí a la pájara y maldecí no haber llevado conmigo una tienda. Salvo esta excepción, encontré sitios para dormir y comer muy frecuentemente con precios asequibles, con lo que pude viajar tranquilo y ligero de equipaje, una delicia. 

A parte de esto, pues lo de siempre: buen rollo en todos lo sitios y la gente, conductores de autobuses aparte, genial. El sur de la isla está bastante desarrollado y el norte se va despertando de una guerra civil/terrorismo (hay que irse al tanto con la palabra que se usa, que la gente aún está muy susceptible). Fue divertido también el desenlace de la bici: la cambié por tres noches de hotel cuando cerré el círculo y llegué a Colombo, con lo que el precio final fue de 15 euros por un mes de bici :))).

Como veis, la cosa fue tan bien que el verano pasado estuve un mesecito en Uganda también con la bici (esta vez me la traje de mi casa, con algo más decente, jeje) , con lo que confirmo que esto engancha, y ya me empiece costar concebir el viaje de otra manera. A ver si este verano todo va bien y me voy para la Pamir Highway!