Siempre que llega la Semana Santa empiezo a mirar los pronósticos meteorológicos con mucha antelación y cruzando los dedos, ya se sabe lo que es la primavera... Y voy a tener que dar la razón a karramarro cuando dice que tenemos mucha suerte con el tiempo porque, mientras estaba lloviendo por todas partes, en la Costa Brava... ¡nos hizo un tiempo espectacular! Y mira que yo iba mentalizada, con chubasquero de bici y de calle, pensando que antes o después nos mojaríamos pero confiando en que algo podríamos hacer.
El viernes nos desplazamos desde Sabadell a Castell d'Aro, mirando el cielo y vestidos de ciclistas, confiando en poder pedalear. Y sí, señoras y señores, entre las nubes asomaba el sol ¡iujuuuuuuuuuuuu! Podríamos subir al Puig d'Arques, el punto más alto de Les Gavarres, lo que equivale a decir el punto más alto del Baix Empordà, algo que yo tenía pendiente desde hacía tiempo.
Ya de salida nos esperaba una buena cuesta, buffff, ¡qué forma de resoplar! Con semejante pendiente dejamos abajo Castell d'Aro en un plis-plas:
Además de la fuerte pendiente la subida era algo técnica, lo que añadía dificultad. Mis sensaciones no eran las mejores, así que me lo tomé con tranquilidad.
Pero bueno, íbamos haciendo paradas para recobrar el aliento. En el restaurante El Refugi nos llamó la atención este bonito reloj de sol:
Allá al fondo se divisaba nuestro objetivo, el Puig d'Arques, inconfundible por la estación meteorológica que hay en lo alto, aún nos quedaba una subidita...
¡Anda tú, pero si ya hemos llegado!
En lo alto, además de la estación, hay un mirador desde el cual se disfruta de unas preciosas vistas sobre el Baix Empordà, ¡qué bonito estaba todo! (y cuando digo todo digo todo
):
Tras un largo descenso llegamos a la Vall dels Molins, ¡más mono! Pasando por ahí se me hacía extraño pensar que estábamos a dos pasos del mar:
Al llegar a la bonita ermita románica de Sta. Maria de Fenals terminó el descenso y comenzó la última subida del día:
Llegamos muertos de hambre a Castell d'Aro, nos comimos un estupendo plato combinado y nos dirigimos a Tossa de Mar, nuestra casa estos días. Nos alojamos en el hotel Turissa, ya que nuestro hotel favorito, el Hotel Tarull (pequeño hotelito de una familia encantadora) estaba cerrado por obras. Tras una reconfortante ducha pude, por fin, tocar el mar:
Siempre es una delicia pasear por las callejuelas del pueblo antiguo;
¡Ni poniéndome de puntetas pude alcanzar la altura de Ava Gardner! Kim me consoló diciéndome "ya, pero me gustaría ver a Ava Gardner subiendo al Puig d'Arques" y me dejó más contenta que unas pascuas, jajaja:
El sábado habíamos quedado con un amigo de Kim, que es de Tossa de Mar, para hacer una rutilla betetera. En esta ocasión íbamos a subir al punto más alto del macizo de l'Ardenya, el Puig Cadiretes:
Mientras le esperábamos en el paseo marítimo yo no podía creerme la suerte que estábamos teniendo con el tiempo. El azul del cielo era espectacular, no había ni una nube en el horizonte:
Así que no podía quitarme la sonrisa de la cara:
Nuevamente nos tocaba subir desde el principio, pero en esta ocasión era una subida más mantenida que la del día anterior, había un par de repechones, sí, pero el resto era una subida de coger ritmo e ir avanzando, vamos, de las que me gustan a mí. Las luces... bueno, no hace falta que os describa la luminosidad de ese día:
¡Qué delicia de curvas y contracurvas!
Disfruté un montón de la subida y, como siempre, el esfuerzo tuvo la recompensa de las vistas desde arriba. Sé que soy un poco repetitiva, pero una de las razones por las que me gusta tanto subir son las vistas...
Volvíamos a estar en el Puig Cadiretes, como en nuestro primer verano juntos:
El descenso fue rápido y divertido:
Y nos deparó una sorpresa, un mirador de ésos que sólo puede conocer alguien del lugar. ¡Qué bonito!
La vuelta la hicimos por la encantadora carretera de la costa, la de las 365 curvas, un sube-baja al lado del mar. Lo mal que lo paso cuando voy por ella en coche (me mareo) y lo que disfruto cuando la recorro en bici...
En fin, éstas son las dos bonitas rutas que hicimos con las bicis, dos rutas cortas pero con chispa. Pero aún nos quedaba un día, el domingo, que habíamos reservado para hacer una ruta a pie. Y fue tan bonita, pero tan bonita, que espero que me permitáis poneros unas cuantas fotos, aunque en esta ocasión las bicis no fueran las protagonistas.
Se trataba de ir a Begur en coche y hacer una ruta circular recorriendo las diferentes calas del Cap de Begur. Soy una enamorada de la Costa Brava y este trocito era lo único que me faltaba por conocer, ahora me doy cuenta de que me había enamorado de ella antes de conocer uno de los rincones más bonitos. Tras dejar el coche en uno de los parkings de Begur (el centro es peatonal, una gozada) y desplegar los bastones, comenzamos a caminar:
Como el pueblo se encuentra en lo alto de la montaña, la ruta comenzó, lógicamente, en descenso. Poco tardamos en quedarnos embobados sacando fotos al mar. Bueno, al mar y al Montgrí, a las Illes Medes, a la Gola del Ter, a la playa de Pals, al Cap de Creus...
Menudo nivel hay por allí, ¡qué ganas daban de sentarse tranquilamente en una de esas terrazas tipo chill out al borde del mar!... pero teníamos una larga ruta por delante:
En esta parte de la ruta al borde del mar, entre Aiguafreda y Sa Tuna, el paseo de ronda está muy bien acondicionado y es de lo más relajante pasar por él:
Y al llegar a Sa Tuna... ¡¡¡Buaaahhhh, qué bonitooooo!!!
A partir de Sa Tuna el paseo de ronda dio paso a caminos estrechos, sube-bajas que nos permitían ir viendo la costa desde diferentes puntos de vista:
Y llegamos al Cap de Begur, el segundo más oriental de la península, después del Cap de Creus:
Continuamos el camino por la Serra de Saguàrdia...
Hasta que allí abajo, a nuestros pies, aparecieron las dos últimas calas de la ruta: la de Fornells y la de Aiguablava:
Tras la empinada bajada paramos un ratito a disfrutar del sol y del mar en la Platja Fonda, con su característico color gris:
Comimos en Fornells. Madre mía, qué ganas de coger un kayak y salir a mar abierto...
Nuestro último contacto con el mar fue en Aiguablava, no hace falta explicar el porqué de ese nombre (Aiguablava=agua azul):
Desde allí cogimos un camino que sube de forma bastante directa hasta el pueblo. Al llegar hicimos las típicas fotos en el mirador y junto al monumento a Carmen Amaya (que pasó en este pueblo los últimos años de su vida):
Pero aún nos quedaba un último objetivo: conquistar el castillo y disfrutar de los 360º de vistas. Un colofón inmejorable para una ruta preciosa:
En fin, esto es lo que han dado de sí tres días por la Costa Brava. Espero que os hayan gustado las rutas tanto como a nosotros.
¡Bici, bizi, vici!