Después de recorrer parte de Marruecos en bicicleta y haber tenido tiempo suficiente para reflexionar sobre mi paso por el país, estoy en condiciones de hacer una pequeña síntesis sobre mi experiencia vivida. Marruecos es un país de contrastes y sorpresas, las calles de ciudades como Marrakech, Rabat o Casablanca con el embriagador olor a especias y cuero, ofrecen la imagen de un país que está alcanzando importantes niveles de desarrollo. Marruecos se encuentra en la parte noroccidental de África y limita con el mar Mediterráneo. La capital de Marruecos es Rabat y los idiomas oficiales son el árabe clásico y el francés aunque el español es muy hablado en la parte norte del país, sobre todo en las regiones del antiguo protectorado español. El rasgo que sin duda marca en mayor medida de la cultura árabe-marroquí es la religión musulmana y prueba de ello es que un 90% de la población es mahometana. Otra cosa que resaltaría del pueblo marroquí es su arquitectura siendo un elemento destacable del arte musulman magrebí, con sus edificios religiosos, minaretes, morabitos, y madrazas son distintivos de este arte y la impronta islámica que se aprecia en cada uno de los rincones de este majestuoso país, destacando sus mezquitas y plazas. Los monumentos religiosos más conocidos se encuentran en Fez y Marrakech con su gran Mezquita y la biblioteca medieval. La vida del Marroquí trascurre normalmente en las terrazas de los cafés, que se abren a plazas coloridas como la Djemma el-Fna de Marrakech dejando al viajero sorprendido por su actividad diaria, donde los contadores de cuentos, vendedores de agua, encantadores de serpientes y sobre todo sus puestos de comida ambulantes, hacen de Marrakech una ciudad con un encanto especial. Podría estar horas hablando de Marruecos y de las ciudades por donde pase pero no quiero extenderme demasiado, pero una de las cosas que si me gustaría resaltar es la hospitalidad y generosidad del pueblo Marroquí, donde pude comprobar en primera persona el afecto hacía el viajero que los visita, sin entrar en diferencias culturales o religiosas. Por todo lo vivido y experimentado en Marruecos, no puedo por menos de recomendar visitar el país.