Día 2. 23 de Mayo de 2012
No sabía que hora era cuando me desperté, nunca llevo reloj y el móvil lo tenía apagado para ahorrar batería. Pero por las ventanas del refugio ya había bastante claridad. Hoy no tenía prisa, tenía todo el día por delante y sin una meta fija, llevaba tienda y no tenía problemas para dormir en cualquier sitio. Me quedé un buen rato perreando, estaba muy cómodo. Acostumbrado a dormir en una esterilla de 7mm, esa noche dormí de puta madre encima del colchón.
Al rato me levanté, me preparé el desayuno a base de leche con galletas de chocolate, recogí el chiringuito y empecé a pedalear en busca de los Campos de Hernán Perea
Para quien no lo conozca os pondré en antecedentes. Los Campos de Hernán Perea conforman la altiplanicie más extensa de España. Tienen una altitud media de 1600-1700 m.s.n.m. y una extensión de más de 5000 hectáreas. Rodar por esta zona como os podéis imaginar es muy especial, distinto a cualquier sitio por el haya rodado.
La mañana fue pasando sin ningún contratiempo, a un ritmo muy tranquilo disfrutando de cada metro de los Campos y sacando muchas fotos.
Llegué a ver hasta 3 refugios más, solo entré en uno y tenía hasta mesa y sillas, aún mejor acondicionado que el que yo estuve.
Pasado medio día, después de estar día y medio sin cruzarme con nadie, el nacimiento del río Segura me daba la bienvenida de nuevo a la civilización. Unas aguas increíblemente transparentes brotan del subsuelo, igual que cuando llega a Guardamar..
Me relajé un rato y después continué ruta por un camino paralelo al río
Hasta que me tocó vadearlo
A mi paso alguna que otra rana saltaba de un lado a otro
Incluso una mariposa curiosa se apoyó en mi mano. Aquello era flipante. Igual que en su desembocadura, que en vez de ver ranas de río y mariposas que se posan en la mano, ves mierda mires por donde mires
La primera etapa de la Transándalus a su paso por Jaén estaba llegando a su fin y yo a partir de aquí continuaría mi propia ruta hacia Alicante. Dicen que es una de las más duras y bonitas de toda la TA y yo había tenido el honor de poder hacerla.
El primer pueblo que atravesé fue Pontón Alto, buscaba una tienda para comprarme comida y cena. Le pregunté a un abuelete, tienes que ir a Pontón Bajo, aquí no hay ninguna tienda. ¿Está muy lejos? La ruta que seguía no pasaba por Pontón Bajo, de manera que tenía que volver a pasar por aquí, y lo de alto y bajo me daba mal rollo. ¡Qué va! Está sólo a un kilómetro, y no hay mucha cuesta… No me quedé muy convencido pero no me quedaba mas remedio porque tenía que ir a por provisiones. Además necesitaba una birra bien fría. Pero el hombre tenía razón. Entré a la primera tienda que me encontré y me compré chorizo, queso, una lata de albóndigas y unas papas y justo enfrente en una panadería un pan de pueblo de esos redondos. Hechos los deberes me fui a por la ansiada birra y de tapa una sardina a la plancha, por 1€. Ha sido un acierto bajar hasta aquí.
El camarero, un chaval muy majo, al verme con acento de fuera me estuvo preguntando de dónde venía, a dónde iba y antes de irme me dio una postal y propaganda de un alojamiento rural que estaban montando. ¿Dónde está esto? En la postal venía una foto de una roca agujereada como si la hubieran tallado a mano. Pues esta camino de Pontón Alto, según subes por la carretera, si miras a tu derecha, la verás. ¡Gracias!
Continué pedaleando por una carretera desierta con muy buenas vistas sin parar de ganar altura.
El calor empezaba a apretar de lo lindo. Busqué una sombra y me hice un bocata de chorizo y queso que con el calor, estaba medio derretido, como a mi me gusta. Después de comer y relajarme un rato continué ruta por una carretera que iba a bastante altura en un continuo sube y baja, pero con unas vistas que compensaban el esfuerzo que estaba haciendo. Allí abajo se veía el Embalse del Tranco.
El paisaje empezaba a cambiar, las pinadas eran cada vez más abundantes y se agradecían las sombras. Justo después de abandonar la A-317 y coger un desvío que me llevaba a Siles sufría mi primer pinchazo del viaje, y el segundo desde que estrené las cubiertas hace 3000km. Eso de ir con la casa a cuestas hace que sufran las ruedas
Cambié la cámara y seguí pedaleando tranquilamente disfrutando de aquella pinada. Empezaba a pensar donde iba a pasar la noche, todavía estaba dentro del Parque Natural y si te pillan por aquí haciendo acampada libre te pueden meter caña, y ya había visto varios coches de la GC y de la Junta de Andalucía. Cada vez estaba más cerca de Siles. Comencé a descender, la vegetación se hizo mas densa y algún que otro ciervo se cruzaba por la carretera.
Vi un cartel que ponía zona de acampada libre Las Acebas. En estos sitios siempre tienes que pedir permiso antes de plantar la tienda pero esperas que se apiaden de ti y comprendan que no tenías decidido dormir allí hasta esa misma tarde. Aún me quedaban unos kilómetros para llegar pero iba decidido a buscar un sitio escondido en esa zona y plantar la tienda, con un poco de suerte habría hasta agua.
Cuando llegué, dejé la bici apoyada detrás de la columna de piedra para que no se viera mucho desde la carretera e investigué un poco. Estaba todo muy bien acondicionado para los domingueros, aseos, mesas, columpios, no faltaba detalle, y todo muy bien cuidado. Pero la fuente que había no era de agua potable y los aseos estaban cerrados. Ese sitio empezaba a no ser tan bueno, necesitaba agua. Apareció precisamente un todo terreno de la Junta y empecé a hablar con él. Le conté la película y me dijo que no podía pasar la noche allí, que era para actividades de grupos que organizaba la Junta de Andalucía. Le pregunté por una fuente y me mandó a una que estaba al lado de un camping, que la gente de Siles sube a llenar garrafas allí y que es muy buena. No me iba a calentar la cabeza más, ni arriesgarme en pleno Parque Natural a hacer acampada libre. Aquella noche dormiría en un camping.
A los pocos kilómetros llegué al desvío, había un cartel un poco cutre que ponía “Camping La Canalica” y a escasos 50 metros la fuente.
La recepción del camping estaba cerrada. Había un cartel con el horario y otro que ponía “Pueden acampar sin necesidad de registrarse”. El camping estaba casi vacío, no encontré a nadie, ni gente del camping ni campistas, sólo una caravana en una parcela y en otra una tienda familiar. Busqué un buen sitio, monté la tienda, puse a cargar el móvil, organicé un poco las cosas y fui a ducharme.
Me preparé la cena, albóndigas en salsa, unas papas y pan de pueblo para mojar la salsa, y después de cenar el paseo nocturno de rigor con visita de ciervos al camping incluida. Y luego a sobar.
71 km y 700 metros desnivel acumulado