Rodadas. Una comunidad de cicloturismo y viajes en bicicleta
Volver arriba

Por el Cabo de Gata entre viento y chumberas

&tarr; PUBLICIDAD (lo que paga la factura)

  1. Aquella tarde, cargamos el coche con el equipaje y las bicis. Ya no cabía nada más. Empezaba, por fin, nuestro viaje.

    Salimos camino de Almería; no hacía buen tiempo, pero daba lo mismo. Llevábamos semanas esperando aquello. Teníamos seis días por delante... Seis días importantes donde burlarnos de la rutina de la vida.

    La primera noche dormimos en Almería. Caminamos por el paseo marítimo, tomamos un café en una terraza... Frente nosotros el mar estaba oscuro y la noche en calma. En el horizonte se veían las luces de Roquetas de Mar.

    Al día siguiente seguimos el viaje. Salimos de Almería después de tomar un buen desayuno en una terraza al sol. Eran más de las once cuando nos pusimos en marcha. Había amanecido un día de viento.

    Llegamos a San José y nos instalamos. Montamos en las bicicletas y dimos una vuelta para empezar a ver aquello. Era una sensación hermosa volver a rodar junto al mar, después de tanto tiempo. Recorrimos la playa y el puerto, luego ascendimos sin un plan determinado a ver la parte alta y encontramos un pequeño sendero en la ladera de unos acantilados.

    Aunque no estaba previsto rodar ese día seguimos por allí. En lo alto de los acantilados el  viento era muy fuerte. El tiempo había empeorado y unas nubes negras de tormenta se acercaban por el oeste. Al pasar a la otra vertiente el viento se convirtió en un vendaval. Algunas rachas eran tan fuertes que apenas podíamos mantenernos en pie. Yo tuve que quitarme el casco porque el aire, al dar en la visera, me doblaba la cabeza hacia atrás y amenazaba con romperla. En algunos puntos teníamos que pasar una bicicleta entre los dos y luego la otra. Había que tener cuidado para que no las arrastrara el viento. 




    Publicado hace 11 años #
  2. Agachados, en cuclillas, en mitad del sendero, le pregunté a gritos a Pilar que qué le parecía aquello. Me contestó que estábamos locos. Le dije que no se preocupara, que aquello sólo era viento. Que si seguíamos, y me dijo que sí con la cabeza.

    Seguimos por el sendero empujando todo el tiempo las bicicletas. Imposible ir montados ni un metro. El aire bramaba enfurecido y entonces empezó a llover. El cielo se encapotó y parecía que iba a descargar todo el temporal sobre nosotros. Llegamos a la Playa de los Genoveses y allí nos refugiamos en un bunker que había medio enterrado en la arena.





    Publicado hace 11 años #
  3. Encontrar ese bunker nos tranquilizó porque el cielo tenía un aspecto aterrador. Yo tenía miedo a que descargara una intensa granizada. Esperamos allí, durante un tiempo, reponiendo fuerzas, a ver como evolucionaba la cosa.

    “Al menos aquí tenemos donde refugiarnos”, le dije a Pilar, que andaba comiendo una tableta de chocolate. Ahora, en la playa, rodeada de los árboles y un poco más a cubierto, se sentía mejor.

    Ha sido una locura eso de andar por los acantilados con este tiempo. Creía que íbamos a salir volando -decía-.

    Regresamos a San José por otro camino, rodeados de chumberas y de cáctus. Me gustaba el lugar, tenía magia. 





    Publicado hace 11 años #
  4. Volvimos al hotel y dejamos las bicicletas. El tiempo empeoraba, apenas nos teníamos sobre ellas incluso andando por la carretera.

    Aún tuvimos tiempo esa tarde de hacer una excursión a pie. Subimos a un peñasco que llaman el Peñón de Las Negras. Era como estar en la ladera de un volcán. El mar estaba bajo nosotros, cincuenta o sesenta metros por debajo y el viento nos zurraba de lo lindo, pero era un espectáculo grandioso andar por ese sitio, meterse en los agujeros que habían formado las coladas de lava de los viejos volcanes y ver todo ese mar inmenso, encrespado y salvaje, bajo nosotros. 



    Publicado hace 11 años #
  5. Aquella noche cenamos en un italiano. “Mañana hará mejor, ya lo verás”, -le dije a Pilar-. Los macarrones con cuatro quesos estaban exquisitos.

    Al día siguiente nos levantamos a las nueve de la mañana. Yo estaba loco por rodar. “No me metas prisa, me estás volviendo loca”. “¡Vamos!, ¡vamos!”.

    “¿Te puedes esperar?” Yo me moría de ganas de verme sobre la bicicleta.

    Aquel día salimos de Rodalquilar. Estaba muy nublado pero el viento había amainado bastante. Fuimos por carretera hasta Hortichuelas y pasado Hortichuelas subimos un pequeño puerto. Las vistas eran espectaculares. Pilar estaba disfrutando de lo lindo. Paramos a abrigarnos en lo alto del puerto. Las nubes se cerraban en el cielo. Nos dejamos caer con el viento en contra y llegamos a Fernán Pérez. Allí tomamos una carretera secundaria y fuimos hasta Agua Amarga.

    Volvimos por el mismo camino. A la vuelta paramos a comer algo en las ruinas de una antigua casa. Utilizamos sus muros para protegernos del viento. Por suerte, mientras comíamos salió un momento el sol y se estaba muy bien. Pilar preparó unos bocadillos de jamón de York con queso y tomate. Comimos muchos bocadillos de ese estilo durante este viaje. Chorizo con tomate y queso, jamón de York con tomate y queso, pavo con tomate y queso... Solíamos comer eso en ruta y luego hacíamos una cena fuerte por las noches. 





    Publicado hace 11 años #
  6. Después de comer el tiempo parecía habernos dado una tregua y el viento paró. En Fernán Pérez tomamos una pista por un lugar donde vimos un cartel que ponía: “reserva natural” o algo parecido. La pista nos adentró en unos parajes desérticos. Cruzamos un río seco, rodeados de chumberas y de cardos. A la izquierda dejamos dos cerros exactamente iguales, con forma de pechos de mujer. Dimos una vuelta por unas ruinas que había por allí y más tarde regresamos por el mismo camino. 

    Un anciano que nos encontramos nos dijo que por ese camino podíamos haber ido hasta Agua Amarga. Una lástima no haber sabido eso por la mañana porque el paraje era magnífico.

    Pilar miraba alrededor y sólo decía: “yo no me imaginaba esto así”. Sí; respondía yo: es un poco diferente de Pirineos ¿verdad?





     

    Publicado hace 11 años #
  7. Cuando volvíamos de Fernán Pérez hasta Rodalquilar el tiempo empeoró de pronto. El cielo se cubrió de nubes y la luz desapareció. El viento arreció de nuevo y, de nuevo, se formó un verdadero vendaval. Al principio lo teníamos de espaldas y nos subió el puerto como si fuera una cuesta abajo. En lo alto del puerto arreciaba de un modo increíble. Paramos a discutir como íbamos a bajar. Le dije a Pilar que si no lo veía claro, que se bajara de la bicicleta y bajábamos andando. Nos hablábamos a gritos. La cosa empeoró: se puso a llover y el asfalto estaba mojado.

    Bajamos dando tumbos. Despacio, muy despacio, porque ahora las ráfagas de viento venía de costado y nos giraban la rueda de delante. Pilar bajaba por el centro de la carretera porque temía caerse por el barranco.

    Llegar abajo fue un alivio. Aunque ahora el viento nos azotaba de frente. Los pocos kilómetros que quedaban para llegar hasta Rodalquilar fueron eternos.

    Una vez allí nos tomamos un café caliente en la terraza cubierta de un bar. Las ráfagas movían las cubiertas de plástico de la terraza como si todo fuera a salir volando. Nos tomamos unos ibuprofenos. Teníamos la cabeza como un bombo y a mí me dolían las cervicales y estaba mareado, después de tanto luchar contra ese viento.

    Aún así subimos a las minas de oro que hay en ese lugar y caminamos un rato por las pistas. Somos unos culos inquietos; no tenemos remedio. Hacía una tarde de perros, pero era todo tan bonito, y estar allí, en medio de esa naturaleza... A veces nos mirábamos y nos brillaban los ojos de alegría. Aquello era sentir la vida. 



    Publicado hace 11 años #
  8. A la vuelta estuvimos en la Isleta del Moro. Dimos un paseo. El tiempo era cada vez peor. Regresamos a San José. El día no daba para más.

     

    Publicado hace 11 años #
  9. Al día siguiente nos levantamos a las nueve y media. Cogimos nuestras bicis y nos fuimos a desayunar a una de esas terrazas de los bares del pueblo. Siempre recordaré esos desayunos. El tiempo era mejor, el aire estaba en calma. Nos dejábamos llevar por la pereza; cerrábamos los ojos y nos limitábamos a sentir el calor del sol en la cara. Entonces yo sentía que el invierno quedaba atrás, definitivamente atrás, y que ahora empezaba de nuevo la temporada de los viajes, la mejor época del año, las aventuras en las que uno podía dormir en cualquier parte, tumbarse en cualquier parte, comer en cualquier parte, liberados del pesado engorro de la ropa y el frío.

    Ese día fuimos por la pista de nuevo a la Playa de los Genoveses. Una chica enseñaba a su caballo a perderle el miedo al agua. “Es la primera vez que toca el agua”, me dijo , mientras le acariciábamos para tranquilizarlo. Era un animal magnífico y verlo en ese entorno era algo especial.


     

    Publicado hace 11 años #
  10. Nos tumbamos a tomar el sol y Luis (Luisesúnico) vino a vernos. Era estupendo encontrarnos allí. Mientras hablábamos Luis miraba de reojo nuestras bicicletas que estaban cerca, apoyadas en un muro, junto a la arena. Se moría de ganas de rodar... Su hija, mientras tanto, saltaba por el agua. Recuerdo que pensé: “cómo me gustaría poder ser feliz como esa niña”.

     

     




    Publicado hace 11 años #
  11. Luis regresó con los suyos. Le vi alejarse con su hija por la playa y recordé los tiempos en que también lo hacía yo. Pilar y yo pasamos la mañana allí, tomando el sol. De nuevo se levantó el omnipresente viento y nos refugiamos tras los muros de una caseta que hay en la playa. Comimos nuestros bocadillos y luego seguimos por la pista hasta la Playa de Mosul. De nuevo se había levantado mucho viento y a Pilar no le hacía gracia rodar por esa pista polvorienta dando tumbos, luchando contra el viento, mientras nos pasaban los coches levantando polvo.

    Visitamos la playa, a mis ojos muy desvirtuada por la presencia de gente; aunque realmente, tampoco había demasiada. Me di cuenta de que lo que sucede en realidad es que, según pasan los años, cada vez me produce más tristeza ver como todos los sitios pierden su magia debido a la afluencia de coches y de gente que no entiende, ni sabe, ni conoce, ni siente, ni respeta los espacios naturales.

     

     


    Publicado hace 11 años #
  12. De la playa de Mosul seguimos camino hasta la Cala de la Media Luna. Allí paramos y estuvimos tomando el sol a resguardo de unas rocas. No había casi nadie y el sitio parecía el paraíso. La paz de no sentir el viento, de oír el ruido del mar, la vista de los acantilados y lo abrupto de esa costa de piratas que acaba en el faro del Cabo de Gata me hacían soñar con otros tiempos, pensar en la vida de esa otra gente que pasó por aquí hacía muchos años, cuando este lugar era un sitio salvaje de verdad y una cala de ensueño, perdida del mundo y de los hombres.

     

     



    Publicado hace 11 años #
  13. Regresamos por la pista y en cuanto pudimos nos desviamos por la Playa de los Genoveses para evitar los coches.







    Publicado hace 11 años #
  14. Ya en San José, sentados en un bar, me tomé una pizza familiar yo solo porque tanto aire libre me había dado hambre. Luego dejamos las bicis y nos dimos un paseo por los acantilados siguiendo un sendero que pasa por encima del puerto deportivo y que tiene unas vistas espectaculares.


     

    Publicado hace 11 años #
  15. Más tarde cenamos en un restaurante una ensalada y un plato combinado. Pilar no se podía creer que yo pudiera cenar huevos fritos con patatas después de la pizza que me había comido hacía un rato.

    Al día siguiente, cuando nos despertamos, lucía el sol. Saqué a trompicones a Pilar de la cama que no se lo podía creer. ¡Quiero dormir un poco más!, me suplicaba, mientras yo abría las ventanas de par en par para que viera el sol.

    Desayunamos un par de croisants enormes al sol en una terraza y luego nos fuimos con el coche hasta El Playazo. Habíamos decidido que hoy dejábamos las bicis y haríamos una excursión a pie.

    Yo había sacado de la biblioteca un libro titulado las nosequé mejores excursiones por El Cabo de Gata y había decidido que íbamos a hacer la número diecisiete. (Peligro: yo, con un mapa). La cosa no podía acabar bien.

    Salimos del Playazo y subimos al collado del Bergantín. El día era espléndido. Desde allí bajamos a la Cala del Bergantín. No había rastro de gente por ninguna parte y Pilar se tumbó a tomar el sol con la toalla, sobre un colchón de algas junto a la orilla. Yo intenté estarme quieto un rato, pero fue imposible, así que me dediqué a recoger restos de cosas para hacerme una balsa. Al rato tenía un remo para remar, dos bidones enormes para recoger agua de lluvia, una caña para hacerme una caña de pescar, sedal, un anzuelo oxidado... Ya está. Lo guardé todo con cuidado por si decidíamos quedarnos a vivir aquí o irnos a Marruecos dándole al remo. Se lo propuse a Pilar, pero se había dormido, así que desistí de mi proyecto y me dediqué a dar vueltas por los acantilados. 





    Publicado hace 11 años #
  16. Me costó bastante arrancar a Pilar de esa cala. El sol pegaba fuerte, no hacía viento, el mar estaba en calma... Todo invitaba a quedarse, pero lo conseguí. Mientras Pilar dormía estuve inspeccionando una ruta alternativa por los acantilados. Se lo comenté a Pilar. Le dije: “mira, en vez de seguir el mapa, que se dirige tierra adentro, vamos a continuar por los acantilados”. Ella estuvo de acuerdo. Así que comenzamos a trepar ascendiendo sin parar.

     

     

    Publicado hace 11 años #
  17. Al rato las vistas eran espectaculares. “Ten cuidado y no pases por allí, que esta el terreno suelto”, le decía de vez en cuando. a veces teníamos que dar un rodeo para evitar una cornisa expuesta. “Ahora vamos a tirar derechos hacia arriba, porque ahí, a la vuelta, seguro que el terreno se convierte en una pared”. Seguimos subiendo y al rodear un pico dejamos unas canteras por debajo nuestro. “Ten cuidado que las piedras están sueltas”, “no te acerques ahí...” Después de un par de pasos un poco delicados llegamos a la otra vertiente, aún más espectacular, y seguimos subiendo. Alcanzamos una cornisa desde donde se contemplaba el mar abierto al horizonte. La línea de la costa, a nuestra izquierda era algo espectacular. ¡Que bonito!, ¡es increíble! ¡Es una pasada!..

     

    Publicado hace 11 años #
  18. Y así seguimos ascendiendo, campo a través, por el borde de los acantilados. A veces había más vegetación y teníamos que dar un rodeo. Las formaciones rocosas, el color de las piedras, los agujeros de lava y los conglomerados indicaban con toda claridad la inmensa actividad volcánica que había tenido lugar en este sitio. Eran un espectáculo que, a cada paso, nos hacía ir a algún sitio y desviarnos.

    Paramos a comer en una especie de arista que acababa en un estrecho balcón que daba al universo. Delante sólo había cielo y mar. Debajo de nosotros, había una pequeña cala paradisíaca donde sólo se podía acceder por mar, ochenta o noventa metros más abajo. El agua transparente dejaba ver con claridad los arrecifes. Unas gaviotas volaban dejándose llevar por las corrientes de aire, sin mover sus alas, con una suavidad y una perfección que hipnotizaban. No se oía nada; era como si el tiempo se hubiera detenido y hubiéramos entrado en otra dimensión. Yo sentía en cada poro de mi piel la magia de la tierra, esa fuerza ancestral del que sabe y conoce y siente, que toda su vida no es más que un viaje sin fin, sobre una roca inmensa perdida en el espacio y en el tiempo. 



    Publicado hace 11 años #
  19. Yo consultaba el mapa, pero ya no tenía ni idea de donde nos encontrábamos. Debimos pasar la Punta de La Polacra. Pilar miraba el mapa y se empeñaba en que estábamos en otra parte. Después ascendimos todo derecho y acabamos en un faro que llaman La Torre de los Lobos. Allí paramos a comer un bocadillo. Debajo de nosotros cientos de metros más abajo, el mar se había puesto azul, igual que el cielo.



    Publicado hace 11 años #
  20. Allí arriba corría algo de viento y hacía fresco. Pilar se puso ropa y empezamos a descender. Bajamos campo a través por un sendero y yo guardé definitivamente el mapa. Tiré de mi intuición y rodeamos uno enormes cerros. Nos metimos en un valle desierto. Parecía que estábamos rodando uno de esos episodios de “El último superviviente”. Dejamos unas ruinas a nuestra izquierda. Bajamos un barranco. Las piedras eran blancas y todo deslumbraba. Atravesamos cauces de ríos secos. Una perdiz enorme levantó el vuelo a los pies de Pilar que se llevó un susto de muerte. Hacía rato ya que no seguíamos ningún camino. No se veía ningún rastro de vida alrededor, sólo desierto. Seguimos caminando y al rato vimos un palmeral, y más tarde, la mancha azul del mar junto a la playa.







     

     

    Publicado hace 11 años #
  21. Llegamos de nuevo al Playazo a las cinco menos cuarto. Felices y contentos. Era la última tarde que pasaríamos allí. Después de aquello ya no quedaba tiempo para más. Las bicicletas se habían quedado en el hostal, así que regresamos al mundo de la gente normal. Hicimos turismo de playas y de pueblos. Recuerdo un helado en Mojácar que nos quitó el cansancio, y una mega paella de vuelta, por la noche, en San José.

    Esa noche tuvimos que pasear un buen rato, a la luz de la luna, porque yo andaba haciendo la misma digestión que hace una boa constrictor después de zamparse a un ciervo.

    Pilar me recordaba eso de los geles, las barritas, y todas esas comidas energéticas que, según ella son dopping y no sirven para nada, y las comparaba con la paella de marisco. Yo trataba de explicarle, sin conseguirlo, que son dos cosas diferentes.

    La noche era preciosa y el viento había cesado de soplar. El mundo estaba en paz, la playa estaba en silencio, y sólo se oía el ruido acompasado del mar. En el aire y en mi alma flotaba una paz imposible de describir con palabras.

    Aquella noche hicimos recuento del viaje. Sentíamos -como sucede siempre que se vive-, que el tiempo había pasado de otro modo. Parecía que habíamos estado meses rodando por allí, que lo que había sucedido ayer, realmente había pasado hacía un mes, que el tiempo se había llenado de detalles que se mezclaban de un día para otro en nuestros recuerdos.

    Esos días pasados habían sido algo más que un mero viaje. Al día siguiente, ya con las bicicletas metidas en el coche, nos habíamos despedido de la gente -la dueña del supermercado, la señora del hotel...-, desayunábamos una vez más los croisants enormes y distintos. Yo dibujaba al sol, y trataba de escribir algo, que se quedaba corto de un modo irremediable, en mi cuaderno: 


    “...La mañana está al sol y la casualidad ha hecho que tú y yo acabáramos juntos, en el paraje más inhóspito del mundo, y tu piel huele a mar, y sonríes mientras tomas el sol. La mañana está en orden y el tiempo pasa.

    San José se ha instalado en nuestros corazones y un hasta siempre vuela con las gaviotas. Hemos vivido duro sobre las piedras, hemos sentido el viento, la lluvia y el bramido  del mar.

    Gracias por recibirnos, mundo, de esta manera. Tu mar azul, tus cardos y tus chumberas... 

    Una vez más hemos burlado al tiempo, hemos sentido. Hemos creído en las cosas más importantes de eso que llaman vida. Dejamos atrás las huellas de nuestras ilusiones, el sonido del viento y nuestros sueños. La paz del corazón, las alegrías...”


    Lo único que sé y siento en este momento es que, da igual que todo termine hoy. Hemos vivido. Una vez más, contra todo pronóstico, puedo decir que hemos vivido. 



    Publicado hace 11 años #
  22. Guapo, muy guapo. Todo. 

    ¡Bici, bizi, vici!
    Publicado hace 11 años #
  23. que buenos recuerdos... esa zona es preciosa, para bicicletear, para patear.... y para bucear!! esta genial... pero lo mejor las tapas... podria pasarme la vida de tapas 

    Publicado hace 11 años #
  24. Me alegra que os haya gustado mi tierra, ¡jejeje! Lástima que no os haya acompañado el clima. A mí me fastidió la rutilla que iba a hacer por allí este fin de semana.

    Publicado hace 11 años #
  25. ................casi se oía el viento desde aquí....muy buena narración y preciosas fotos
    Eso en verano tiene que ser un infierno de calor..

    Publicado hace 11 años #
  26. Aisssss.... que la playa es para el verano... no no?

    Publicado hace 11 años #
  27. Preciosa tierra, acabo de volver hace unas horas de allí, y por vuestro relato es hasta posible que coincidiéramos o nos cruzásemos en el camino... pero nosotros fuimos en un plan similar al de Luisesunico, familiar, a jugar con la arena en la playa, y "escalar montañas grandes" como dice mi pequeño... llevamos las plegables pero el terrible ponientazo que sopló desde el martes nos hizo desistir de la ruta en bici; Luego andando, en la cumbre del "peñon de los Genoveses" casi me tira una ráfaga de viento (iba con el churumbel a la espalda y casi amerizamos los dos).Duro y agreste, a la par que bello trocito de luna (el paisaje no te deja indiferente, y las vistas este sábado, con luna llena es algo que (por mucho que lo intenté) no soy capaz de plasmar en fotos... y la crónica fantástica, como las fotos; me quedo con esta ultima frase: "Lo único que sé y siento en este momento es que, da igual que todo termine hoy. Hemos vivido. Una vez más, contra todo pronóstico, puedo decir que hemos vivido."

    Si te fijas en las flores de la cuneta, la cuesta termina antes de que te des cuenta...
    Publicado hace 11 años #
  28. Qué de recuerdos!!!!!! Nicoooo andas por ahí?

    Muy chulo chicos!!!! Lástima el viento, sé por experiencia que cuando sopla en Cabo de Gata, SOPLA! y Pilar es tan "volatil"...

    Cabo de Gata es un paisaje que enamora, ¡qué ganas de volver!

    “No dejes que tu vida se convierta en un ritual muerto. Deja que haya momentos inexplicables. Deja que haya cosas misteriosas, que no puedas justificar con ninguna razón. Haz algunas cosas por las que la gente crea que estás un poco loco. “ Osho
    Publicado hace 11 años #
  29. Una maravillosa cronica, ... gracias por dejarnos echar un vistazo a tu "diario de viaje"... No se por que pero tu dibujo de Pi en bicicleta me recuerda al principito... debe ser por que otro relato de ese libro me recuerda a los animales... 


    Un fuerte abrazo a ambos...

    "No me sigas, que ya te he dicho que no se a donde voy ..."

    J.F
    Publicado hace 11 años #
  30. ¡Qué recuerdos! Yo no tuve viento, pero sí calor.
    Gracias, crónica fabulosa.

    Publicado hace 11 años #