Pamplona no sería lo mismo sin su río, el Arga. Lo que hasta entonces fue una fuente de riqueza, durante la segunda mitad del siglo XX, con la industrialización y el aumento de la población, se convirtió en un lugar donde verter residuos, lo que supuso que el entorno se degradara. Todo cambió en 1990: se inauguró la depuradora de Arazuri y nuestro río volvió a ser una fuente de vida y riqueza. El siglo XXI comenzó con una buena noticia: nació el Plan Integral del Arga con la intención de crear un parque lineal de 11 km a lo largo del río a su paso por Pamplona. El río pasó de ser un entorno degradado a ser un maravilloso corredor verde que atravesaba la ciudad. A este plan se sumaron los ayuntamientos vecinos de Burlada, Villava, Huarte, Zizur Mayor, Barañáin, Egüés, Ezkabarte y Esteribar, creándose el Consorcio del Parque Fluvial de la Comarca de Pamplona, sumándose al paseo del Arga los de sus afluentes Ultzama y Elortz, 33 km en total que se espera que sean más en el futuro (tal y como están las cosas me temo que tendremos que esperar...).
Hoy en día el parque fluvial es un auténtico tesoro para toda la comarca: paseantes, corredores, ciclistas... todos compartimos espacio sin demasiados problemas. Se ha convertido en algo tan nuestro que resulta difícil pensar que hace poco más de una década no existiera. Yo soy una enamorada de él, es para mí un lugar muy habitual de pedaleo (y una forma estupenda de entrar y salir de la ciudad de forma apacible), pero además es perfecto para salir a correr o hacer marcha nórdica, ¡o dar un simple paseo! Conozco al dedillo cada uno de sus kilómetros y ayer, día de huelga, no se me ocurrió mejor forma de pasar el día que coger una cámara de fotos y hacérmelo entero. Siempre es bonito, pero en otoño... bufff, jamás me cansaré del paseo fluvial en otoño. ¡Seguro que os gusta! Aquí lo tenéis 
El paseo fluvial del Arga comienza en Irotz, al noreste de Pamplona, en el puente de Iturgaiz. Allí hay un pequeño parking de coches, de modo que se puede comenzar cómodamente la excursión desde allí e ir acompañando al río aguas abajo.
El tramo entre Irotz y Pamplona supone una variante estupenda del Camino de Santiago (de hecho, es el que se utiliza cuando hay algún desprendimiento o problema en el camino oficial). Para mí incluso es más bonita la variante que el camino oficial...
Y si el río serpentea, el paseo serpentea 
Este tramo, al quedar alejado de nucleos urbanos importantes, es muy tranquilo.
Junto a los restos del molino de Atondoa, ya en Huarte, hay un bonito mirador sobre la presa de Huarte, el lugar preferido de los jóvenes del pueblo para darse un buen chapuzón. Cuando paso por allí en plena canícula de agosto y los veo lanzarse de cabeza, bufff, no os imagináis la envidia que me dan...
Más adelante entramos en la zona de huertas de Huarte (menudo trabalenguas). Como podéis ver los cardos ya están bastante crecidos, esperando una buena helada que los ponga a punto para las navidades. Ese cardo con sus trocitos de jamón y su fina bechamel... mmmmmm...
Tras las huertas, una zona vallada de esparcimiento canino (a la derecha).
La sensación es de un entorno muy cuidado. Incluso edificios como el del Foro Europeo-Escuela de Negocios de Navarra quedan muy bien integrados.
Giros y más giros, es el río el que marca el camino.
¡Y encantadoras pasarelas de madera!
A lo largo del recorrido se suceden los restos de molinos y las obras asociadas a ellos, como la presa de Dorraburu, donde se desvían las aguas hacia el molino harinero de San Andrés.
Y es justo a la altura de este molino donde se bifurca el paseo pluvial. Yo dejé por un rato el río Arga para seguir el río Ultzama. Aproveché para sentarme un ratito en un banco, comer algo, tomar el sol, hablar un rato con Kim... y hacer otra foto.
Enseguida se llega a la Trinidad de Arre, que seguramente recordaréis los que hayáis hecho el Camino de Santiago. Allí al lado está el Batán de Villava, restaurado y convertido en Centro de Información y Sensibilización del Parque Fluvial: además de exposiciones, audiovisuales... se puede hacer una visita guiada y ver en funcionamiento el batán, muy curioso.
El paseo del Ultzama, entre semana, es más tranquilo que el del Arga. Los fines de semana se anima bastante más, si hace buen tiempo se llena de paseantes y de familias que van a pasar el día y hacer una barbacoa.
Poco después, en el puente viejo de Arre, se ha de cruzar el río. Es la primera vez. en todo el recorrido hecho hasta ahora, que cruzamos el río por un puente de piedra. Hasta ahora todo han sido pasarelas peatonales de madera.
La playa de Oricáin es otro lugar muy frecuentado los fines de semana. Suele haber por allí un olorcillo a chuletillas asadas, mmmmm. A falta de chuletas, yo me dediqué a fotografiar a mi bici
El paseo discurre paralelo a la nacional 121-1, bastante transitada. Y cuando digo paralela digo a escasos metros. ¡Quién lo diría al pasar por allí!
Pero bueno, mucho hablar del río Ultzama y aún no os he enseñado sus cristalinas aguas. Aquí las tenéis.
Apenas hay cuestas en todo el recorrido, por eso cuando llega ésta, tan corta pero tan pina, le entran ganas a una de ponerse de pie y subirla a toda leche 
El paseo fluvial del Ultzama termina en el puente de Sorauren. Foto y media vuelta.
El camino de vuelta para reencontrarnos con el Arga aún es más sencillo, ya que ahora acompañamos al Ultzama aguas abajo. Para hacerlo más entretenido hice una pequeña variante por la margen izquierda del río. Es un tramo corto pero delicioso: un caminito por la misma orilla del río que lleva de nuevo hasta el puente viejo de Arre.
El Ultzama desemboca en el Arga justo a la altura del Molino de San Andrés, en Villava, que es donde me había desviado poco más de una hora antes. Este molino, recientemente restaurado, es otro Centro de Información y Sensibilización del Parque. En su interior se encuentra, impecablemente restaurada, toda la maquinaria necesaria para el proceso de moler el grano. Una enorme cristalera hace que se pueda ver todo el engranaje desde el exterior. Está muy bien. Además cuenta con un bar y una terraza exterior de lo más agradable para hacer un descanso. También prestan bicis gratuitamente. Vamos, que es un lugar que ha dado mucha vida al paseo.
Justo después del Molino de San Andrés hay un tramo muy arbolado que me encanta.
En Burlada, a la altura del Parque de la Nogalera, el camino se bifurca. Cuando el Arga bajaba muy caudaloso éste era un lugar donde solía desbordarse. La solución que encontraron fue hacer una mota elevada a modo de barrera. Por ahora ha funcionado, no ha vuelto a desbordarse.
Una vez pasado el puente viejo de Burlada entramos por fin en término municipal de Pamplona.
Y eso se comienza a notar en la mayor presencia de paseantes.
Hemos llegado a la zona de las huertas de la Magdalena, con sus cotizadas verduras. Al fondo podéis ver la catedral de Pamplona.
Y otro molino restaurado, el precioso Molino de Caparroso. Hoy alberga la Escuela de Piragüismo y un coqueto restaurante.
Poco después están Las Pasarelas, la forma más "aventurera" de cruzar el río a su paso por Pamplona. Cuando yo era pequeña las pasarelas eran unos pequeños bloques de hormigón que te obligaban a pasar el río prácticamente a saltos. Para una cría como yo eso sí que era una aventura... Años después se consideró que eran peligrosas y se modificaron. Nos estamos haciendo de un endeble... un montón de cosas de las que hacíamos de pequeños ahora se considerarían un riesgo, en fin...
¡Qué colorido, madre mía!
Otro de los puntos emblemáticos para los peregrinos que hacen el Camino de Santiago: la entrada a Pamplona atravesando el Puente de la Magdalena.
Yo no lo crucé, seguí el río por su margen derecha. En Pamplona siempre ha habido muchísima afición al sano deporte de caminar. Cada día por la mañana son innumerables los grupos de amas de casa, o los jubilados solitarios, o las parejas, que salen a caminar, y la mayoría de ellos lo hacen por el paseo fluvial. Mi madre es una de ellas. Cada mañana sale con sus amigas a dar un paseo de hora y media, a buen ritmo. El punto donde se dan la vuelta es justo el de la foto de abajo. Allí tienen un ritual: cada día se abrazan a un árbol para recibir energía positiva (el que se ve en primer término es el de mi madre ). A mucha gente eso le parece una tontería, a mí no. Cada vez que lo hacen no pueden evitar esbozar una sonrisa de oreja a oreja ¿es o no es eso energía positiva?
). A mucha gente eso le parece una tontería, a mí no. Cada vez que lo hacen no pueden evitar esbozar una sonrisa de oreja a oreja ¿es o no es eso energía positiva? 
Otra bonita pasarela: la de Alemanes, que conduce al interior del meandro de Aranzadi, otra importante zona de huertas de Pamplona. Actualmente una parte está en obras por un controvertido proyecto para hacer una especie de "Centro Temático de la Lechuga Virtual" (modo irónico on).
Poco después se llega al Puente de San Pedro (al fondo a la derecha), el que parece ser el puente más antiguo de Pamplona.
Tras atravesar el bonito Parque del Runa (Runa es como se llamaba antiguamente el Arga), llegamos al coqueto Jardín de Eugui.
Desde la Pasarela de los Tubos se veían unos bonitos reflejos.
El paseo a su paso por el Barrio de San Jorge también es encantador.
La presa de Biurdana, junto al antiguo molino harinero, es otro de esos lugares en los que me gusta parar y relajarme un rato con el sonido del agua.
Una de las últimas pasarelas construidas es la Pasarela de San Jorge. Tiene unas curvas que me encantan. La única pega: que si la cruzas te lleva directamente... ¡al cementerio! Jajajaja.
Tras pasar el Puente de Miluce llegamos al Polígono Industrial de Landaben, el más importante de Pamplona. ¿Es posible bordearlo sin tener la agobiante sensación de estar junto a un polígono industrial. Pues sí, aquí tenéis la prueba.
¡Hasta una antigua chimenea le da encanto al lugar!
Ya me quedaba poco para llegar al final, de hecho esta pequeña presa del Molino Nuevo, ya en Barañain, era mi despedida momentanea del río Arga.
El paseo fluvial continua durante un par de kilómetros más, pero ya va siguiendo el pequeño río Elorz, en el término municipal de Zizur Mayor.
Este tranquilo tramo final discurre con el río a la derecha y una zona de huertas a la izquierda. Un cartel de los típicos del Parque Fluvial nos indica que hemos llegado al final (¿o al principio?).
Como hice en el tramo del paseo del Ultzama, sólo me quedaba desandar lo andado. Pero también en esta ocasión hice pequeñas variantes para hacer más entretenida la vuelta. En estas variantes el camino ya no es el típico cementado del paseo fluvial,
Estas variantes no son largas, en su mayor parte el camino de vuelta fue el mismo que el de ida, pero bueno, tienen gracia.
Por último, al llegar a Burlada crucé el puente viejo y subí hasta el Mirador de Ripagaina (subida sólo apta para corazones fuertes, jejeje). Es exigente, pero permite tener una visión a vista de pájaro del río, y creo que, a punto de meterse el sol, fue el mejor colofón para esta ruta tan bonita.
En fin, espero que os haya gustado. Como os he dicho el paseo tiene 33 Km, pero si lo hacéis de ida y vuelta os plantáis en los 70 sin daros cuenta (a mí me salieron 72). Eso sí, son muy sencillos y, a pesar de ser una ruta bastante llana, no se hace en absoluto monótona. Está muy bien señalizada, así que no tiene pérdida. Aunque si alguien quiere una cicerone, ya sabe dónde estoy
¡Bici, bizi, vici!
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¡Muchas gracias! 
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