Espero que no os importe que rescate el relato de una experiencia en el que el salvado fui yo y por un alemán precisanmente. Fue cuando estabamos haciendo un viaje por el Danubio, en Ulm.
La cosa empezó al día siguiente de llegar a Munich, a los pocos minutos de empezar a pedalear en una vuelta turística por la ciudad me di cuenta de que mi pedal derecho tenía algún problema, y tras examinarlo el veredicto fue que nos habíamos cargado la biela enroscando mal, poco,mucho... el pedal, la biela era de aluminio y la rosca del pedal sencillamente desapareció, en unos cientos de metros más se podía sacar y meter el pedal sin girarlo. Diagnóstico: bielas muertas, tratamiento, intentar que me las cambiasen al día siguiente. Lo que conseguí al día siguiente fueron unas bielas nuevas y un extractor para cambiarlas yo mismo porque si me lo hacían en la tienda nos quedábamos días parados. Así que las monté y las apreté como pude (poco) con el extractor que tenía una especie de llave de cubo en el otro extremo, y una llave inglesa pequeña.
El resultado fue que en un repecho, un par de días después, me puse de pie y como no soy precisamente una sílfide y las bielas no estaban bien apretadas, cedieron con el resultado de que los platos oscilaban a cada pedalada y la cadena bien se salía, bien cambiaba de plato en cada giro. En aquel momento yo sólo sabía que los platos estaban torcidos, no si el problema era de las bielas o del eje del pedalier o de qué. Como pude coloqué el desviador para que la cadena aguantase en el plato mediano y así me hice los siguientes 70 km hasta Ulm, menos mal que la ruta es más o menos llana que si no...
Al llegar a Ulm y en contra de la opinión de mis compañeras me puse a desmontar otra vez las bielas en la calle para ver si averiguaba cuál era el problema antes de ir a una tienda a que lo arreglasen (curioso y cabezón que es uno). Pues en esas estaba cuando del patio de la casa frente a la que había parado salió un hombre y me pregunta en inglés si tenía algún problema, le mostré los platos y su vaivén, y me dijo que me espere un momento así que entró en su patio, descolgó su bici de un soporte de taller en el que estaba trabajando y me dijo que pasase con la mía. Allí la subió al soporte, desmontó los pedales y las bielas y me dijo que las bielas que compré en Munich eran una caquilla, que ese era el problema pero que iba a mirar si podía encontrarme algo que me sirviese. Se metió en su casa, y al rato salió con unas bielas Deore LX usadas que me montó en la bici además de ajustarme los dos desviadores perfectamente, enroscó los pedales, me pidió disculpas por que las bielas que ha encontrado no tenían cubreplatos y me dio la bici. Le dije que cuánto le debía y abrió unos ojos como platos diciéndome que nada por supuesto, le insistí diciéndole que por lo menos se tomase una cerveza conmigo a lo que me respondió que no bebe y que lo único que espera es que si él se encuentra en una situación parecida alguien haga lo mismo por él, me dio la mano, se despidió y volvió a trabajar en su bici, una Peugeot preciosa. No me dijo ni su nombre.
A mí por lo menos esta situación me dio que pensar,... que cada uno saque sus conclusiones, yo pienso seguir en el Taller de Seco o de donde sea aprendiendo mucho y enseñando lo poco que sepa, tratando de volver a la vida bicicletas e intentando que las cosas cambien en esta ciudad hostil que es Madrid. Estas cosas son esas con las que se puede cambiar un poco (o mucho, quien sabe) el mundo.
Si os habéis tragado el ladrillo gracias, espero que os haya gustado.
Salud, coincidencias afortunadas y pedal.
Pablo C.