Acampé y me libré de los bultos, del peso y sus estorbos.
Y el destino me llevó a toparme con un castillo inesperado allí en Aguilar:
&tarr; PUBLICIDAD (lo que paga la factura)
Acampé y me libré de los bultos, del peso y sus estorbos.
Y el destino me llevó a toparme con un castillo inesperado allí en Aguilar:
Muy guapa ruta Oreja. Pero sigue compañero que se me esta quedando corta jajaja..
...en la sencillez radica el buen gusto por las cosas, por la vida en sí misma...Bonito e ilustre atlas tienes Oreja.
Bonito lugar donde perderse....: solitario, montaraz, duro.
Sigue escribiendo Oreja......
Un abrazo fuertote.
[ Gracias por seguir la crónica, chicos ;) ]
Pues "castillo vi, castillo quise". Y aquellas casas con soportales que llenan aquel pueblo vivaracho:
"¡Qué vistas! ¡Estuve allí apenas unas horas antes! ¡Y en qué momento coincido!"
Como buen baluarte medieval, al lado del poder feudal se manifestaba el otro: ya fuera espiritual, temporal o las dos cosas a la vez:
Quise darme un homenaje y me fui a dar una vuelta por el pueblo en búsqueda de algún local. No tardé en elegir una pizzería, de aspecto rústico, en la que quise cenar sentado, caliente y con cubiertos.
Entablé conversación con el dueño. Hablamos de esto y de aquello hasta que me dijo:
-- ¡No puedes subir ahí!
-- ¿Por qué?
-- ¡Porque está lleno de nieve!
Me comí mi pizza de tres ingredientes: carne y huevo los elegí por la proteina y el queso brie por capricho. Para beber, una 0,0 con propiedades isotónicas, que si alguien aquella noche la necesitaba en ese local, ¡era precisamente yo!
La mañana se despertó tranquila, la tienda mojada por dentro, e incertidumbre por mi parte; dudas que tenían que ver con la logística y el itinerario.
El caso es que la noche anterior me acosté pensando que lo dejaría para otra vez, pero con la luz del sol y un día por delante mi actitud cambió. Total, hasta Reinosa tendría que llegar igualmente, y luego ya se vería.
Los campanarios románicos de la zona cantabro-palentina despuntaban tímidamente sobre el paisaje.
Los tonos de verde fueron cambiando lentamente, a la misma velocidad que mis pedaladas por la antigua nacional desierta...
...desierta ¡y rompepiernas!
Además, al puro estilo road-movie del cine norteamericano:
"O sea que allí estáis, queridas. Bueno, ¡qué leches! Si me esperáis, ¡¡ya mismo voy para allá!!"
Decidido.
"Sí". La palabra fue sí. Una vez más fue sí.
Tenía mil pretextos para abandonar y no subirme allí donde pensaba; mil excusas plausibles y lícitas, que sin embargo aquel mediodía no me bastaron.
Quise concederme esa posibilidad, pero para subir a Brañavieja necesitaría deshacerme del peso, del saco y de la tienda cuando menos.
"Ya se los dejaré en una estación de policía, a algún lugareño o en algún restaurante, ¡pero no voy a dejar de subir al mirador!"
En realidad en mi mapa, Alto Campoo aparecía sólo con el nombre de Brañavieja, y hasta ver otro en que se reflejaban los remontes, ni siquiera había caído en la cuenta de que se trataría de la estación de esquí.
Pero además, en realidad, Brañavieja era sólo el último poblado que atravesaría para subirme por una carreterilla que el mapa marcaba en blanco y señalaba como ruta panorámica. La guinda --siempre según el mapa-- sería lo que en rojo ponía como Mirador de la Fuente, un mirador de ciento ochenta grados que apuntaba hacia los Picos de Europa. Y entre el mirador y los Picos no se interponían cimas más altas, por lo que ya antes de salir de viaje soñaba con lo que pudiese otear desde ese balcón natural.
,
-- Subir, se sube ---, me había dicho la noche anterior un amigo que hice en el camping.
-- No sé... ¡a ti te veo fuerte!
-- Depende del desarrollo que lleves.
-- Ya te digo. Creo que al final no subiré. Entre el peso que llevo y que me duele la rodilla, probablemente no me la voy a jugar. Pero a ver mañana qué hago...
Y la misma noche de este diálogo fue la del pizzero quien me avisó "¡No puedes subir ahí ... ¡porque está lleno de nieve!"
¿Se podía o no se podía? ¿Era penalti o no era penalti? No lo sé. Pero el único arbitro en la contienda era yo, con mis ilusiones y sueños, mis dolores y mis fracasos. Único árbitro y linier al mismo tiempo, y el día siguiente no me saqué tarjeta roja ni me declaré en ningún momento fuera de juego.
Mas , mas...
Pasé por Reinosa cruzando un riachuelo de poca monta que se llamaba Ebro y que acababa de nacer unos kilómetros más arriba...
...y remontando el GR 99 llegué a su nacimiento, en Fontibre. Me paré en un bar y me echaron un cable almacenando mi bolsa con el saco y la tienda. Entendieron mi ilusión por subirme al mirador y me secundaron. Minutos antes había estado informándome en una caseta de turismo sobre el asunto de la nieve.
-- Quiero subirme al Mirador del Chivo. ¿Después de Brañavieja ya limpian la carretera?
-- No. Esa es una pista de esquí.
-- ¿Pero puedo subir? Es público, verdad
-- Sí, claro. Es una estación pública...
-- ¿Y hasta dónde puedo llegar?
-- Hasta aquí --, me dijo redondeándome Brañavieja
-- Y la estación, ¿por dónde queda?
-- Por aquí.
Los trazos de su bolígrafo no eran más que signos someros sobre un mapa turístico de unas montañas que ni siquiera conocía, y me dio por pensar que tenía que ir a comprobar in situ como estaba la cosa.
-- ¿Hay algún camino?
-- Es que es una pista de esquí
-- Pero puedo ir, ¿verdad?
-- Sí. Se sube con raquetas
-- Ah. Entiendo. Bueno... pero habrá alguien que las alquile ahí arriba, ¿sí?
-- Supongo que sí --. Y me dio un folleto publicitario
-- ¿Está señalizado?
-- No, porque ya te digo: es una pista de esquí
-- Ah. Entiendo. Pues supongo que ya encontraré por donde subir
-- Quizás por otro camino -- me dijo dibujándome con el dedo un arco sobre el mapa desplegado.
-- ¿Y cuánto hay?
-- Dos kilómetros.
-- ¿Sólo? Ah. Pues. ¡Me voy a echar un vistazo entonces! He visto que tienes abierto sólo hasta las cinco. Ese restaurante de ahí ¿sabes si da servicios de cenas?
-- Sí. Creo que sí.
Y me fui a preguntarles.
-- Debo consultarlo --, me contestó a mi petición de depositar lastre en su sala.
La chica volvió y me dijo que sí, mientras salía el cocinero y dueño, quien desplegó una hospitalidad más que genuina.
Como Cenicienta, me dijeron: -- Pero cerramos a las nueve. ¡Tienes que estar antes de las nueve!
Así que me marché para el Mirador de la Fuente, o del Chivo, o como se llamase.
El ascenso fue duro. Espinilla... Villar... La Lomba...
Fue duro, bonito y divertido. ¡Mirad bien la señal!
Toda una penitencia mover la bici: dieciocho kilos de acero, más algo de carga indispensable: la equipación para lluvia, y unas bolsas de plástico que quería creer que me ayudarían a aislarme un poco más de la nieve gélida cuando tuviese que terminar el ascenso a pie.
Me terminé el agua y la comida antes de Brañavieja, pero no pude, no pude más y no llegué al pueblo. Me faltarían dos curvas y un leve descenso que a la vuelta ya me costaría subir.
No llegué. Desistí.
Desistí, después de todo.
Desistí, pese a todo.
Desistí sin sentir que fracasaba, ¡pues lo había intentado todo!
El tiempo se me echaba encima, la ilusión de cercanía me pudo haber jugado una mala pasada de haber proseguido.
Si no tenía fuerzas ni para andar, ¿cómo iba a poder subirme la montaña por aquellos caminos nevados? Porque al final sí la vi la carreterilla que subía al mirador, nevada. La vi de lejos, dibujando un zig-zag.
Aun sin hacer cumbre, ya me sentía en el Olimpo: había sido valiente sin ser temerario. Y estaba satisfecho.
[ Me tomo un descanso ]
Bravo,Oreja!!!!!!!
....entiendo que hasta ahora era solo el prólogo JJAJAJAJAJJ
!!!!venga ,vamos ,que ya te ha dado tiempo a descansar!!!!!!!
plas, plas, plas, plas, plas.
¡Qué maravilla!
Un placer leer el relato
[ Gracias, me alegra que os guste. Sigo... ]
Allí arriba había satisfecho todos mis impulsos idealistas, y por contra luego no me quedó otra que ser de lo más pragmático, puesto que lo más urgente era aplacar hambre y sed.
Con el morro de la bici hacia abajo se me hizo todo más fácil, y en diez minutos ya estaba echándome cacao y azúcar en un vaso de leche caliente.
Me repuse, y acto seguido tiré, llaneando, hacia el bar restaurante de Fontibre en donde había dejado mis cosas.
Entré y me volví a sentir como en casa. Pedí otra leche con cacao muy caliente y un bocata de filete, queso y pimiento verde.
Salí afuera y llamé al camping en donde tenía pensado ir a acampar. Eran las seis de la tarde ya, y no sabía cuánto iba a tardar para ir de Fontibre a Arija. Tal vez unas dos horas para esos treinta kilómetros escasos. ¡Hasta las diez la recepción estaría abierta!
Cuando regresé a la mesa, posado sobre un plato blanco me esperaba un generoso bocata.
Después de despedirnos y yo agradecerles el detalle puse la tienda y la bolsa encima de la parrilla. Cinco pulpos, ¡y en marcha!
Curioseé la poza de la que manan las primeras aguas del Ebro:
Para poder participar en el foro tienes que tener cuenta.