Hola,
como acontece en tantos y tantos foros, uno se va por unos meses y, en ese foro antaño frecuentado, se ha ido mucha gente y se ha unido mucha otra, con lo cual igual soy ya un extraño en este paraíso cicloturista.
En fin, digo yo que alguno de vosotros se acordará de un muchacho (u hombre, que ya son 38 años a cuestas...) que se quedó sin trabajo, sin ayudas, sin apenas nada y decidió venderlo todo y partir junto con su esposa e hijo fuera de España, en busca de Dios sabe qué, acaso un trabajo de lavaplatos o lo que fuese.
El caso es que ya teníamos comprados nuestros billetes de avión, cuando una última llamada desesperada a un antiguo amigo vino a dar con la llave a una puerta que, por fin, se abrió. Efectivamente, tras tantas llamadas infructuosas en las que todas esas "amistades" que se preciaban de serlo nos dieron la espalda, al final surgió del pasado una amistad que era verdadera e hizo todo lo posible por ayudarnos. Y así fue cómo me consiguió un trabajito que, si bien no es un gran trabajo, nos ha permitido no tener que huir como parias de esta querida España que me vio nacer.
Llevo ya un tiempo familiarizándome con esta nueva senda que se ha abierto, e incluso por fin he podido comprarme otra bicicleta que me entregarán esta semana. No es la finísima Kalkhoff, pero no importa, tiene pedales y anda.
De todo esto he sacado varias conclusiones. Quizá una de las más amargas es que en esta vida, fuera de la familia, estamos mucho más solos de lo que creemos. Aún recuerdo que, cuando las cosas me iban bien, hace años, ayudé desinteresadamente a varias personas. Sí, conseguí trabajo a varias personas que, yéndome después las cosas mal, no han dudado en ignorar mi existencia y mi situación. Cuando no tienes dinero todas las puertas se cierran, y todas las sonrisas se vuelven muecas incómodas y esquivas. Pero ciertamente (y ésta es la conclusión positiva), queda gente buena en este mundo, y precisamente esa persona buena que me ayudó fue un antiguo amigo al que no siempre traté correctamente. Es de sabios perdonar. Por mi parte, por muchas ostias que me dé la vida, creo que seguiré siendo tan tonto de seguir ayudando siempre que pueda a los que me rodean. Lo llevo dentro y no puedo evitarlo.
En definitiva, estoy contento de estar de nuevo con vosotros. Pronto haré alguna ruta. Como no he dejado de correr (a pie) digo yo que mis piernas seguirán en forma.
Gracias a esta vida por ser tan generosa conmigo. Dios os bendiga, compañeros.