…O al menos eso era lo que pensábamos encontrar el pasado puente del Pilar, según las negras previsiones de los meteorólogos. Ya habíamos pensado hace tiempo pasarlo en el interior de la montañosa Tarragona, en Prades, un pueblo al que le tenemos mucho cariño. Está enclavado en un lugar perfecto, tanto para hacer ciclismo de carretera como para la BTT. Esta vez tocaba hacer rutas por carretera, subidas y más subidas (las Montañas de Prades, el Montsant, la Serra de la Llena, la Serra de la Mussara…), bajadas y más bajadas. Vamos, lo que nos gusta.
1ª Etapa: Prades-Serra de La Llena-Bosque de Poblet: 70,09 Km y 1.058 m de desnivel
Nos pegamos un buen madrugón, y a las 8 de la mañana ya estábamos en nuestro destino. Esperamos a que abrieran el sencillo hotel La Botiga, y nos alojamos (50 euros la habitación, sólo alojamiento). La habitación estaba bien pero lo que más nos gustó fue el balcón… El hotel está situado en plena Plaça Major, y desde el balcón veiamos justo delante de nosotros, la iglesia, la plaza, la Copona (la fuente). Una delicia…
A las nueve ya estábamos dispuestos para salir. Los pronósticos decían que por esta parte de Tarragona el tiempo iba a aguantar, pero que a la tarde llegaría lo “gordo”. Así que salimos con la idea de llegar de vuelta al hotel antes de que empezara a llover. De hecho el día estaba bastante tapado, incluso se escapaba de vez en cuando alguna gotita, pero la temperatura era muy agradable para pedalear… y para coger setas. La carretera se veía salpicada de boletaires (“cazadores” de setas). Kim le pidió a uno de ellos que le dejara fotografiar su cesta, que comenzaba a estar poblada de robellons (níscalos):
Pero el día se fue aclarando conforme bajábamos de altitud. Cuando apareció ante nosotros Vilanova de Prades, el día ya estaba luminoso y nítido:
No nos lo podíamos creer, tanto pensar que nos encontraríamos con la lluvia, y se formó sobre nosotros una especie de ampolla de cielo azul que nos acompañó durante casi toda la jornada:
Y si a esto le añadimos lo bonita que es toda la carretera que va recorriendo la Serra de la Llena, la cosa pintaba bien…
Al llegar al alto descubrimos un mirador nuevo y, lógicamente, paramos para subir a disfrutar de las vistas. Como veis, el cielo se veía nublado a lo lejos, pero a nosotros no dejaba de darnos el sol:
Abandonamos la carretera de la Serra de la Llena y cogimos otra que aún era más tranquila. Sinuosa, rodeada de bosques, el lugar perfecto para hacer una parada a tomar una barrita, mientras las bicis se contaban intimidades la una a la otra:
Y de repente cambió el paisaje. Los bosques fueron dejando paso a las vides. Me encantan las viñas, pero cuando van cogiendo color otoñal… ¡qué bonitas!
Ya apenas quedaban uvas, pero aún había alguna parcela en la que no las habían recogido y destacaban, oscuras, sobre el dorado de la planta. El colorido era espectacular:
Las que estaban en pleno apogeo eran las moras, menudo atracón me pegué. Desde luego, ese día era imposible morirse de hambre. De haberlo querido, nos podríamos haber puesto morados de uvas, moras, almendras, avellanas, manzanas, granadas, setas, castañas…
Cuando salimos de ruta, nos gusta callejear por los pueblos por los que pasamos. Siempre hay la posibilidad de encontrar algún rincón especial, alguna curiosidad, alguna sorpresa, como en esta ocasión. Al pasar por La Pobla de Cérvoles descubrimos una escultura que me gustó. Al acercarnos a verla descubrimos que era en reconocimiento de Josep Espasa, hijo del pueblo, y que fue el fundador de la famosa Enciclopedia Espasa:
En el siguiente pueblo, Vilosell, cogimos una pista asfaltada que nos llevó hasta Vallclara, desde donde seguimos por la carretera que va a Poblet. La infinidad de caminos que hay por allí, tanto para hacer a pie como en bici, están perfectamente señalizados. Incluso acaban de estrenar la señalización de la variante del Camino de Santiago que pasa por los monasterios cistercienses:
En la siguiente foto ya se ve el Monasterio de Poblet al fondo (monasterio que bien merece una visita, pero esto ya lo hicimos en otra ocasión). Nosotros seguíamos con nuestra burbuja de cielo azul:
Comimos pronto, en un bar junto al monasterio, y nos dispusimos a iniciar la subida fuerte de la jornada, la que nos permitiría subir de nuevo hasta Prades. Los primeros kilómetros son muy suaves, y nos dejaron disfrutar de vistas tan bonitas como ésta del Castell de Riudabella (hoy en día, un hotel de categoría), rodeado de viñas:
La única dureza de la subida radica en su longitud (16 Km desde Poblet), ya que las pendientes en ningún momento son exigentes:
Y cuando llega la zona de curvas, es un puerto que se disfruta muchísimo:
Cuando llegamos al alto, apenas nos quedaban tres o cuatro kilómetros para estar de nuevo en Prades, a cuya plaza entramos por uno de sus portales:
Y hasta que no tocamos La Copona, la famosa fuente renacentista de Prades, no paramos el cuentakilómetros. Viendo estas dos últimas fotos creo que no es necesario explicar por qué se le conoce al pueblo como la Vila Vermella:
En definitiva, una ruta sencilla y muy entretenida. Los paisajes varían constantemente (no en vano en pocos kilómetros se pasa por cuatro comarcas diferentes: Baix Camp, Priorat, Garrigues y Conca de Barberà), y encima nos acompañó el tiempo. No podíamos pedir más.
El atardecer fue de lo más agradable. ¿Dónde estaba la famosa borrasca? Llegó hacia la una de la madrugada, acompañada de truenos y relámpagos, pero duró poco. Sin embargo esa noche me desperté un montón de veces: a las doce, a la una, a las dos… ¿La razón?... Sencilla: la inmejorable ubicación de nuestra habitación frente a la iglesia tenía como consecuencia que cada hora se oían nítidamente las campanas. Además, tienen la costumbre de tocar dos veces, por si alguien no se entera, jajaja. Vaya, que a las doce de la noche sonaron ¡28 campanadas! ¿Os imagináis pasar allí el fin de año? Hombre, lo que les sobran son uvas pero… El caso es que me encanta el sonido de las campanas, y no me molestó nada que me despertaran (el resto de noches, ya me acostumbré al sonido y no me despertaron).
2ª Etapa: Vuelta al Montsant: 90,12 Km y 1.429 Km de desnivel
Al día siguiente ya no llovía, pero hacía lo que los catalanes llaman boira pixanera, o sea, niebla meona (mira que son escatológicos estos catalanes 
):
El ambiente era fresco y húmedo, así que nos abrigamos y salimos de ruta, esta vez hacia el oeste. Queríamos rodear la Sierra del Montsant. Lo que tiene alojarse en el pueblo más alto de la comarca es que de salida siempre toca bajar, y en esta ocasión esto nos permitió salir rápidamente de la niebla, de modo que al llegar a Ulldemolins ya la habíamos dejado sobre nosotros:
Durante unos pocos kilómetros coincidimos con la etapa del día anterior, a lo largo de la Serra de la Llena. Pero lo que la víspera era una burbuja de cielo azul, en esta ocasión era un homogéneo cielo gris que no permitía ver el paisaje:
Unos kilómetros más adelante ya se podía considerar que llovía. Era una lluvia fina, que iba y venía, pero no impedía disfrutar del pedaleo. Y a pesar de lo gris del día, había luminosidad. Entre esto y que la bajada era eterna… la llegada hasta Margalef fue muy sencilla (aunque había que tener cuidado, porque tras cada curva te podías encontrar un pequeño desprendimiento debido a las fuertes lluvias de la madrugada):
En Margalef paramos a tomar un chocolate caliente, que nos sentó de maravilla. Tras emprender la marcha ya prácticamente no nos volvió a llover más. Si ya había pasado lo peor de la borrasca, podíamos estar más que satisfechos:
La carreterita seguía bordeando la Serra del Montsant, aunque hasta ahora apenas la habíamos podido ver. Por fortuna, nos acercábamos a la vertiente más bonita, la sur, y parecía que el cielo, que se iba aclarando poco a poco, nos permitiría disfrutar de sus bonitas paredes rocosas:
Por lo pronto, ya pudimos divisar a lo lejos La Vilella Baixa, a la que llaman la Nueva York del Priorat. Los pequeños pueblos del Priorat son de casas bajas, así que las casas de la Vilella Baixa, que se “descuelgan” sobre el barranco de Escaladei, parecen verdaderos rascacielos, si las comparamos con las casas de sus pueblos vecinos:
Es increíble lo de las bodegas del Priorat. Cada vez que vamos por allí encontramos alguna nueva o en construcción:
Y no es de extrañar, viendo el éxito que tienen sus vinos. Éxito que deben a la llicorella, un tipo de pizarra muy antigua, lo que hace que se desmenuce con facilidad...
…formando un sustrato en el suelo que es el responsable de dar a los vinos del Priorat ese sabor tan peculiar, tan intenso y tan apreciado:
Comimos en la Conreria de Escaladei, que perteneció al monasterio cartujo del mismo nombre. La Serra del Montsant siempre ha tenido algo especial. Se cuenta que hace siglos un pastor tuvo una visión nocturna, que le hacía ver las paredes rocosas de la sierra como escaleras hacia el cielo, por las que subían y bajaban los ángeles. De allí viene el nombre del antiguo monasterio, Escaladei, escalera hacia Dios.
Después de comer, igual que el día anterior, nos tocaba la subida dura de la jornada: cogimos la pista que lleva a La Morera de Montsant, el pueblo más alto del Priorat. La subida es muy directa, con pendientes de hasta el 22%, pero mi velocidad era tal que salgo “movida” en la foto, jajajajaja:
Pero sí, la carretera se agarraba, bufff, vaya si se agarraba…
La recompensa al esfuerzo no fue pequeña: por fin pudimos apreciar enfrente de nosotros las verticales paredes del Montsant:
Y desde La Morera de Montsant a Cornudella de Montsant, todo fue bajada. Continuábamos rodeados de viñas, pero en éstas el sustrato ya no era llicorella, razón por la que los vinos de esta zona no son Denominación de Origen Priorat, sino Montsant. Eso sí, el colorido seguía siendo espectacular:
Pero no, las subidas no habían terminado todavía. Desde Cornudella aún debíamos ascender 400 metros. Al llegar al Coll d’Albarca, que en esos momentos parecía el escenario perfecto para rodar una película de miedo, aún resonaban los ecos de los gritos de Vicent, echando pestes contra cuestas y falsos llanos 
:
Tras unos kilómetros más de subida nos plantamos nuevamente en Prades. Volvimos a cumplir el ritual de tocar la fuente para dar por terminada la ruta:
No había sido el día ideal para salir en bici, es cierto, pero disfrutamos un montón. Es la segunda vez que hacemos esta ruta, y la repetiremos, seguro, ya que es interesantísima, por paisaje, por historia, por cultura, por carreteras, por todo:
3ª Etapa: Prades-Serra de la Mussara-Vall del Riu Brugent (75,88 Km y 1.394 m de desnivel)
El primer día habíamos ido hacia el norte, el segundo hacia el oeste, así que hoy nos tocaba ir hacia el este, hacia el mar. De esta forma completaríamos esa especie de trébol con centro en Prades. Sin embargo de salida emprendimos rumbo sur, hacia La Febró, con cielo nublado pero tiempo seco, y esperanzas de llegar a ver el sol:
Al llegar a La Febró ya vimos que la Sierra de la Mussara, hacia la que nos dirigíamos, estaba tapada por la niebla. Es igual, ya despejaría en la bajada:
Estábamos nuevamente rodeados de bosque. Aunque el otoño acaba de comenzar, ya empezaban a verse toques de color en chopos, arces, hiedras… que resaltaban sobre el verde dominante:
Y a pesar de vernos nuevamente envueltos en la niebla, nuestras bicis ya proyectaban sombra… mmmm… la cosa pintaba bien:
Tan bien, que al llegar a las antenas del Alto de la Mussara, el cielo azul iba ganando terreno rápidamente:
En cuanto empezamos a descender quedó claro que los pronósticos se iban a confirmar: nos esperaba un bonito día:
Tras pasar por el desvío a Mont-ral, el pueblecito que se ve al fondo de la foto, situado en un alto, pudimos ver, precioso, el mar. No os imagináis cómo brillaba, parecía una lámina de oro. Kim intentó hacerle una foto, pero el reflejo del sol era tan intenso que no pudo ser. Eso sí, la imagen quedó en nuestras retinas:
La revirada carretera que baja hacia Alcover, con vistas a la costa, era preciosa:
Al llegar a Alcover hicimos la parada reglamentaria, para tomarnos un Cacaolat y un donuts (perdón por la publicidad), y hacer una visita al pueblo. En la foto se ven los restos de la Iglesia Vieja:
Entre Alcover y La Riba nos tocó “tragarnos” unos kilómetros por una transitada carretera nacional. Tras tres días sin ver apenas coches daba pereza, pero bueno, sólo fueron siete kilómetros con buen arcén, así que los hicimos rápidamente. Los dimos por buenos, ya que llegar a La Riba nos permitió acceder a una de las carreteras más preciosas de estos días: la que va remontando el Valle del Río Brugent, desde su desembocadura en el Río Francolí hasta prácticamente su nacimiento:
A lo largo del valle se van sucediendo los restos de antiguos molinos:
La carretera se iba empinando, de modo que cada vez íbamos dejando el saltarín río Brugent más abajo:
La sinuosa carretera termina en Farena, un precioso pueblo enteramente de piedra:
Nos quedamos allí a comer, en el restaurante Brugent:
Como he dicho, la carretera termina aquí, pero continúa con un camino rural asfaltado que nos permitió conectar en pocos (y empinados) kilómetros con la carretera de Capafonts, hacia donde queríamos ir:
Una vez en la carretera, enseguida apareció ante nosotros el pueblo de Capafonts:
Ya sólo nos quedaban cuatro kilómetros de durilla subida. Eran las últimas pedaladas por esas tierras, e intentábamos que duraran lo más posible…
Como puede verse en el perfil de la ruta, al estar Prades situado a una altura de casi 1.000 metros, todas las rutas que parten de él comienzan bajando y terminan subiendo:
En definitiva, fueron tres días de disfrutar plenamente del cicloturismo. Tres rutas que curiosamente, a pesar de partir siempre del mismo sitio, son totalmente diferentes entre ellas. Os recomiendo la zona, de verdad.
Esa noche, asomados a nuestro balcón después de cenar, nos despedimos fotográficamente hablando de nuestra querida Vila Vermella. Nos volveremos a ver, guapa:
El día siguiente, festividad del Pilar, volvió la borrasca, pero ya no nos importaba. Tocaba volver a coger el coche para viajar a Barcelona, donde yo cogería el autobús que me trajo de nuevo a Pamplona. De camino a Barcelona hicimos una parada en Montblanc, el único pueblo de Catalunya que conserva íntegro todo el perímetro de sus murallas. Coincidió que se celebraba Clickània, una feria de clicks de Playmobil, con lo que a mí me gustaban… Entramos a verla, y no puedo evitar terminar esta crónica con una fotico que hizo Kim
para mi de lo mejor que se ve por aqui, por eso te pido que pongas tu nombre en el título para que no se me escape ninguna, p.ej "cumbres borrascosas /by sarg...."No leo todo, evidentemente, y no me gustaria perderme esas fotos tan buenas.Por cierto, llevais una reflex, no? porque si no es así dime marca y modelo, please.Los colores de las viñas en esta época son una pasasda...
