Tengo un sueño erótico recurrente: Se me aparece Soraya.
-Has sido malo, Pau...
Noto su dedo índice recorriendo mi espalda. Estoy totalmente desnudo. Me tiene atado a unas argollas fijadas a las bigas del techo. En la penunbra siento su respiración en mi espalda. Es la misma sala de cada noche: Esa mesa con artilugios extraños y esa puerta entreabierta en la que se adivina que alguien, escondido, nos está espiando.
-Has sido malo, Pau...
Ahora está frente a mi. Lleva un vestido de cuero negro ajustado, lleno de correas con hebillas niqueladas relucientes. El corpiño, apretadísimo, dibuja una cintura de avispa. Los pechos aprisionados se desbordan por encima del cuero. Me gusta cuando viste ese traje porque resalta su cuerpo de mujer, mujer.
-No quiero hacerlo, pero me vas a obligar a castigarte...
Desde la tetilla izquierda su dedo ha empezado a recorrer mi torso, bajando lentamente da una vuelta alrededor de mi ombligo.
-¿Que puedo hacer para que lo entiendas? Niño malo....
Encima de la mesa hay un ejemplar de la Constitución Española, es esa edición que nos mandaban comprar en el instituto. Un cuadernillo grapado por el lomo que se ganó la aceptación de los estudiantes por ser la opción más económica. Está completamente arrugado. Ella lo extiende sobre la mesa y suavemente lo va aplanando como si se tratara de dejar presentable ese trabajo de niña estudiosa que se arrugó por accidente en la mochila escolar. Soraya mira con dulzura ese cuadernillo ahora alisado. Y tomándolo por el lomo, empieza a retorcerlo de nuevo. Con sus dedos menudos asegura que cada vuelta quede bien prieta. No deja de mirarme fijamente. Ahora ya tiene la forma como de una porra. Soraya sonrie maliciosamente. Lleva la boquita muy pintada, de un rojo intenso.
-¿Te acuerdas de esto? ¿No la estudiastes? Es la Constitución Españo...la! -Y con la última sílaba siento el primer porrazo en las nalgas.
-Es...
la...
Cons...
ti...
tu...
ción...
que...
nos...
he...
mos...
da...
do...
en...
tre...
to...
dos!
A cada sílaba me sacude el trasero con su porra de papel retorcido. Son los 16 azotes que me merezco como niño malo y que me propina la más severa de las maestras, mi dulce Soraya.
...
-¿Que pone en tu de'eneí? ¿Eh? ¿Que pone?
No se a que viene esta pregunta. Esto es nuevo. Me desconcierta.
Está muy enfadada conmigo.
-Tu eres español! ¿entiendes? A ver, dilo!
El silencio es denso. Oigo el jadeo de Soraya. Sus ojos penentrantes y su boquita colorada. Veo sus pechos, subiendo y bajando con la respiración.
Soraya amaga algo en las manos. Ahora lo levanta y lo pone a un palmo de mis ojos. Es un tomo de tapas duras, forrado en cuero, con letras en la cubierta estampadas en oro: “Constitución Española”. Reconozco esa obra: Es la edición de lujo, del año 1978, cartoné, 22 x 30cm, 228 páginas en papel símil pergamino de 150gr, que concluye con las firmas de los señores diputados que aprobaron la constitución. ¿De dónde habrá salido este tocho?
-¿No quieres decirme que eres español, Pau?
Sostiene el tomo con las dos manos. Me mira fijamente. Se le está acabando la paciencia. En un momento empezará a azotarme. Imagino que eso me va a doler No me puedo escapar. Soraya da dos pasos atrás. Ya no la veo. En cualquier momento.... Uaaaa! Como una palmada durísima suena la tapa de cuero contra mis nalgas. Soraya está como ida. Golpea una y otra vez. Se balancea a uno y otro lado para atizar con más impulso. El dolor es insufrible. No puedo más. Grito la palabra de seguridad “Diálogo, Diálogo!” pero a ella le da igual, golpea y golpea fuertemente. Jadea enrabiada. Me muero de dolor. Quisiera, ni que fuera una pausa, que parase un momento esta tortura. Sigo gritando “Diálogo, Diálogoooo”. La sombra que se esconde detrás de la puerta se mueve rítmicamente, cada vez más rápido. Será Mariano o Cristóbal, pero no puedo verlos.
Y de repente me despierto.
He desecho mi lado de la cama. La almohada ha caído al suelo. Afortunadamente mi mujer tiene un sueño profundo.Estoy sudado. El corazón me late rapidísmo. Intento calmarme. Sin encender la luz me abro paso a tientas hacia el baño. Bebo un poco de agua fresca que me sienta bien. Paso un largo rato en el baño, a oscuras, apoyado en la pileta. Falta menos de una hora para que suene el despertador, vuelvo a la cama.
-Dúchate tu primero, amor.
Me acurruco un poco dispuesto a aprovechar esos escasos minutos extras que tendré hoy. Cuando vuelve mi mujer del baño me levanto de la cama. Me quito el pijama y...
-¿Que tienes ahí?
-Ahí? Dónde?
-A ver, gírate.
-Qué tengo que?
-Tienes todo el culo amoratado. ¿Como te has hecho esto?
-Soraya...
Y al instante me doy cuenta que he pronunciado una palabra de más.
-Soraya... que? Cariño.
Me siento descubierto. Me quedo sin palabras. Mi silencio me traiciona. Mi mujer me mira con los ojos muy abiertos. Es más tristeza que rabia. En un momento veo desaparecer el viaje a Nueva York que teníamos planeado para el próximo verano. No deja de mirarme mientras, asqueada, niega con la cabeza. Desaparece también la cena romántica que nos regalamos los jueves. Las escapadas a Andorra. Las sesiones relajantes en el balneario. Los paseos en velero con los Lluch...
Se sienta al borde de la cama. Sostiene su cabeza con las manos y mira al suelo. Pasa un rato horriblemente largo. Miro la pared de nuestra habitación esperando encontrar ahí una respuesta.
-No es lo que parece. Puedo... puedo explicártelo.
- A ver. Inténtalo. -Me reta sin levantar la vista del suelo.
FIN
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Este relato es ficticio, onírico. Las situaciones, los nombres y los personajes son inventados. Y aunque esté relatado en primera persona yo no soy el protagonista. Toda esta historia me la ha contado un amigo. Se ve que a él sí que le pasó. Os puedo demostrar que yo no tengo nada que ver con toda esta historia: Mis nalgas están rosaditas y peludas como siempre. Algo caídas, sí, porque la edad no perdona. Un dia de estos hago un "calvo" y vereis como no miento.