Es sabido que muchos padres apuntan a sus hijos a inglés, esgrima, karate, fútbol, con el sueño de que lleguen a ser buenos en ello, hasta estrellas del fútbol, y que acaben ganando un dineral.
Así, muchos de nosotros siendo niños o adolescentes nos pusimos a practicar un deporte, una afición, a aprender astronomía, lo que fuese. Y hemos llegado a ser expertos en ello o, por el contrario, un buen día lo abandonamos para siempre y aquello nunca cuajó.
En otras ocasiones, es tras pasar la juventud, y ya entrados en los 20, los 30, los 40, los 50, los 60, los 70... cuando algo nos despierta el interés. Acaso nos preguntamos qué carajo hemos hecho con nuestras vidas y el vacío de la respuesta nos urge a comenzar un proyecto o una disciplina, como si quisiéramos recuperar el tiempo perdido.
Yo, por ser el primero en mojarme, os contaré que hice judo de niño (como muchos de vosotros, seguramente). Lo dejé. Después lo retomé a los 24 años, de un modo más vocacional. Y antes del examen para sacarme el cinturón negro lo dejé. Y ahora, a los 40, me planteo volver a ello, y sacarme ese cinturón que me faltaba, cuando ya no tengo ni tanta elasticidad, ni fuerza, ni aguante, ni sueños de competir y ganar medallas. Sin embargo, ahora el reto es mayor.
¿Será la crisis de los 40, como hubo una de los 20 y de los 30?
¿Qué hobbies, deportes, disciplinas, estudios... habéis empezado tardíamente y os siguen apasionando? ¿Qué historias de superación hay por ahí?
Renovarse o morir...