Completamente de acuerdo con FranBCN, aquél que ha conocido la infelicidad es mucho más capaz de alcanzar la felicidad. Un ejemplo típico es el de la gente que ha padecido y superado un cáncer. El haber visto la muerte de cerca hace que, una vez curados, el simple hecho de levantarse y ver salir el sol les dé una profunda sensación de felicidad.
Cuando yo era una cría, debido a un problema vascular cerebral sufría unas migrañas terribles, unas migrañas que me suponían pasarme una semana en la cama cada dos meses aproximadamente, con unos dolores muy intensos que no se aliviaban con ningún analgésico, y todo eso sin dejar de vomitar. Al fuerte dolor se le añadía la espada de Damocles que llevaba sobre la cabeza a los dos meses de cada crisis, sabiendo que de un momento a otro volvería el dolor, algo difícil de asumir para una cría de ocho o diez años. Por aquel entonces leí un cuento que me encantó. Trataba de un mago que le regaló a un niño un ovillo mágico, el ovillo de su vida, cuya gracia consistía en que cada vez que tuviera un problema o estuviera pasando un momento malo, bastaba con estirar del hilo y ¡plop! el tiempo pasaba rápidamente y se encontraba él mismo pero una vez superado el problema. La moraleja era fácil de imaginar: el niño vivió una existencia plácida, pero corta. Se acostumbró a superar la más mínima dificultad estirando del hilo y su vida pasó en un suspiro y, lo que es peor, sin sensación de felicidad porque perdió la capacidad de valorar las cosas buenas de la vida. Como os digo el cuento me encantaba, pero no la moraleja. Lo que yo quería era un ovillo como ése, me daba igual que mi vida pasara rápidamente, yo sólo quería estirar del hilo cada vez que me empezaba a doler la cabeza. Hoy ya no lo veo así, obviamente, sé que lo bueno tiene sentido porque existe lo malo, pero aquella historia del ovillo se que quedó grabada...
En cuanto a cómo conseguir la felicidad, lo veo como dt. Si uno es capaz de ilusionarse con cosas pequeñas es mucho más probable que se sienta feliz que si necesita que le toque la lotería para serlo. O dicho en un lenguaje más ciclista, si te basta con tener programada una rutilla dominical con tu chico para acostarte el día anterior con un bulle-bulle en el estómago, lo tienes mucho más fácil que si tus anhelos ciclistas sólo se colman dando la vuelta al mundo...
¡Bici, bizi, vici!