Desde siempre me fijo mucho en las iglesias cuando paso por los pueblos con la bici, me llaman mucho la atención sobretodo las modestas iglesias de pueblos pequeños. Porque normalmente las comarcas comparten cierta fisonomía en sus iglesias, así por ejemplo nada tienen que ver las del Pirineo navarro con las de la Ribera (el sur de Navarra). Sin embargo es curioso que dentro de una misma zona la homogeneidad se rompe en muchas ocasiones. Es lo que pasa, por ejemplo, en la ruta que hice ayer, y se me ha ocurrido plasmarlo en una crónica (también me fijo mucho en los cementerios, mmmm, quizá eso daría para otra crónica
).
Comencé mi excursión por la
"Ruta del pis" , la nacional 121-A que se dirige hacia el norte. En las cercanías de Pamplona las iglesias sí que son del mismo tipo: pequeñas, mazacotas, de piedra, austeras, como las de
Arre y
Olave:
Pero hay una que destaca por su originalidad, y que la hace fácilmente reconocible: la de Sorauren:
A la altura de Ostiz abandoné la nacional (que, afortunadamente, en domingo tiene poco tráfico) y me metí por la carreterita del Valle de Odieta, normalmente bastante frecuentada por ciclistas, ya lo indican las señales:
Las iglesias continuaban siendo del mismo estilo, pero en el caso de Ripa y Latasa llama la atención que con lo pequeños que son los pueblos sus iglesias tienen un tamaño considerable:
Al llegar al Valle de Ultzama las iglesias comienzan a estilizarse (en realidad son las torres las que lo hacen). Vemos tres ejemplos en las de Lizaso, Larraintzar y Auza:
Este último pueblo, Auza, con su canal atravesando la calle principal, es uno de los pueblos que más me gustan de la Ultzama. En un par de meses, cuando las hortensias y los geranios hayan invadido los balcones de las casas, es cuando más bonito estará:
La coqueta iglesia de Jauntsaras, ya en el valle de Basaburua, destaca porque parece más una casa de pueblo que una iglesia:
Otra iglesia diferente: la de Beramendi. Es uno de los pueblos más altos del valle (aunque no llega a los 600 metros de altitud), así que al construirla debieron pensar que eso se parecía más a los Pirineos que otra cosa, ¡menudo tejado a prueba de nieve! jejeje:
También la iglesia de Latasa, con su generoso alero, tiene su gracia:
Ya en el Valle de Imotz llegué a
Oskotz. La iglesia situada allá en lo alto tiene un acceso muuuy empinado y, lo confieso, me dio pereza llegar hasta ella
, pero es una iglesia de más envergadura que las vecinas:
La iglesia de Muskitz tiene el discreto encanto de lo sencillo:
Y la de Erice, en el Valle de Atez, me hace gracia por sus pequeñas concesiones ornamentales: un par de estelas talladas en la piedra de la fachada y un par de pequeñas columnas con capiteles en la ventana:
En Arostegi vuelve la sencillez de las iglesias de piedra:
La misma sencillez que la de Markalain y los pueblos del vecino valle de Ezkabarte, como Cildoz o Maquirriain. Se notaba que estaba ya muy cerca de Pamplona: volvían las iglesias de piedra, mazacotas, austeras...
En Villava, ya a dos pasos de casa, no he podido evitar sacarle una foto a la iglesia. No es especialmente bonita pero su torre de color amarillo claro es muy reconocible. Se la enseñas a cualquiera de la comarca y enseguida te dice de dónde es, ahí radica su encanto:
Y eso fue todo. En realidad esto de las iglesias ha sido una excusa para mostraros y recomendaros una ruta que me gusta mucho. No es exigente porque no tiene puertos (aunque, con sus más de 700 metros de desnivel acumulado, no puede considerarse llana), es tranquila, y va enlazando unos cuantos valles del noreste de Pamplona:
El Valle de Odieta:
El Valle de Ultzama, el más famoso de la comarca:
El de Ultzama es el valle de la cuajada, así que sería imperdonable no poner una foto de ovejas, las auténticas protagonistas de la zona:
El
Valle de Basaburua. Sí, lo reconozco, siento debilidad por las ovejas
El tranquilísimo Valle de Imotz:
El
Valle de Atez, tan verde a pesar del seco invierno que hemos tenido. Los prados estaban como recién peinados, se notaba que era domingo y querían estar guapos
El Valle de Juslapeña:
Y el
Valle de Ezkabarte, al lado mismo de casa. Los que hayáis leído la crónica de la
Javierada seguro que reconocéis ese monte puntiagudo que destaca a la derecha, jejeje:
En fin, no puedo terminar esta crónica sin reconciliarme con otros dos de los protagonistas de estos valles, las vacas y los caballos, que podrían sentirse un poco celosos ante mi predilección por las ovejas
Y eso es todo. Os dejo un mapilla de la ruta por si a alguien le interesa
¡Bici, bizi, vici!