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Vietnam, la despedida de Asia.

  • 1 de May de 2017
  • 14320 kms

 

Mi último día en Laos fue estimulante. Celebraban Año Nuevo y Sai, el monje budista, fue muy amable. El templo bajo la montaña con inmejorable paisaje y el pequeño río, donde quedé admirado y sorprendido al verme rodeado por docenas de mariposas de múltiples colores. Belleza absoluta!

Con esa sensación de felicidad partí para lo que sería una jornada corta y cruzar a Vietnam al día siguiente. Pero poco a poco desaparecieron las poblaciones y hube de seguir y seguir. El paisaje mejoraba, recordándome a la costa lucense, los niños jugaban en los ríos y la música estridente en la orilla cual discoteca.  La subida se prolonga entre frondosos bosques y veo que tendré que cruzar la frontera. Hecho, sello de salida al precio de un dólar, me río por lo absurdo del negocio. Y la duda es si es cierto que no necesito visado para entrar a Vietnam. Pues no, respiro y me concentro en proteger a Quiscolina.

Estoy en Vietnam y ante mi una extensa zona montañosa de pura naturaleza. Durante 30 km de descenso por un asfalto destrozado temo por la cubierta dañada o por otros daños. Es divertido, pero sólo a veces. Como a la sombra y de pronto se nubla. He de seguir y llego a poblaciones. El riesgo de lluvia apremia y justo veo la torre de una iglesia. Menuda sorpresa.

Allí llego cansado porque los pitidos se han intensificado en este país. Pido poder acampar y los padres Tao y Son me permiten dormir en una de las habitaciones de la iglesia. Estoy encantado, además padre Tao habla inglés y Tuan, un seminarista, me enseña vocabulario vietnamita. Es sábado Santo y me invitan a la cena y misa posterior. Disfruto ambas, sobre todo en la iglesia. Quién me iba a decir que cambiaría los templos budistas por los católicos. Los rezos son cantados y la decoración hermosa. Pero la gente está más pendiente del extranjero, bueno, alguno está durmiendo. Aquí también fuman y tienen una bebida típica, licor de arroz. Bebí de un trago el primero, y fue el último. 

Salir el domingo Santo con la gente entrando a la misa a las 7 a.m. fue embarazoso. No lo entendían pero debía evitar este tráfico que con este asfalto me iban a destrozar.  Las sensaciones son de hastío por el tráfico pero al lado están esos hermosos campos de arroz que me compensan. Es domingo y hay muchas bodas. Hasta cinco caravanas me crucé.

El cambio es que en Vietnam los que saludan son los adultos, gran sorpresa. Hello! Sigo sin encontrar dónde cambiar mi dinero de Laos por el dong vietnamita. Hay mercado y aparecen las típicas mujeres en bicicleta transportando productos de huerta con su sombrero de caña de bambú en forma cónica. Veo que abundan las iglesias y me dirigo a una. De pronto estoy en un estanque de patos y la paz me envuelve. Me llaman y voy. En un momento estoy tomando té verde, lo toman todo el día, y comiendo arroz con una amplia familia.

Son una docena pero apenas inglés, otra vez el desgaste mental. Otro hábito es el fumar en el diukai, una especie de pipa larga, también constante. Obviamente cada hábito nocivo sólo lo practican (pueden) los hombres. Cambio de países pero no de necedades. Ellas hablan poco pero luego descubro que tienen un carácter muy fuerte y no es agradable el trato hasta Hanoi, por muy hospitalarias que fuesen. En la mesa abunda la carne de cerdo que precisamente he dejado de comer. Me sigo atreviendo con los palillos.

Para ser un país budista no veo templos y sólo veo iglesias. Estas familia me invita a quedar y tras la cena vamos en moto a la misa de Pascua. Es en un lugar pequeño, bajo una carpa porque la Iglesia está en construcción. Soy la atracción pero estoy muy cansado. Mi sorpresa es que a la vuelta el de la moto me lleva a su casa para dormir. Cuento con que Quiscolina esté bien. Campos de arroz hasta el horizonte, qué preciosidad. Por fin cambio moneda y voy feliz. Ahora sólo pedalear y comer.

Al poco encuentro una delicia, el Cu Do, me evocaba al turrón duro. Lo pruebo sentado junto a los arrozales y para una chica en moto por si necesito algo. Será habitual que pregunten. Después de Irán es el país más sociable.

Dormir junto a un pequeño cementerio fue algo distinto. Estaba cansado y el sitio era bonito. Fue de las pocas veces que usé la tienda en Vietnam. La banda sonora son los tremendos bocinazos de camiones y autobuses día y noche. Decidí poner tapones en los oídos. La siguiente parada fue tras la tortura en una amplia zona urbana. Qué poco respeto al otro, las motos son muchas pero no conducen mal.

Esta vez es Anna Nam quien me lleva a su casa-restaurante. Otra vez gente y gente pero estoy desfallecido. Valdrá la pena? Esta forma de viajar no ha sido premeditada pero es lo que me sale. Más adelante lo entenderé. El suspense por poder dormir junto a la iglesia se prolonga hasta el anochecer. Xuan insiste y acabo yendo a su casa. Cena con sólo nosotros, así da gusto, en familia. Estoy a gusto, hasta pude dormir un poco antes. Luego dormí muy bien pero como tenía calor mi quiso poner el termómetro. Y el hermano insistía en poner el ventilador. Allí estaba con su encantador niño con cáncer de sangre. Se le veía algo especial.

Cuesta avanzar y hasta me detengo a grabar un vídeo para que la gente entienda este ruido. Paro a hacer una foto y me invita a té Tri. Llueve y se avecina un día completo y complejo. Alcanzo a Hu Yin, otro viajero. Es surcoreano y lleva tres años pedaleando por el planeta. Ahora siente que es el momento de regresar a casa. Muy afable y buena energía. Una pena que fuese poco tiempo pero es que llevábamos distinto plan.

A derecha había una coqueta Iglesia entre arrozales y allí fui sin dudarlo. Llegué a las doce y empezaron los cantos a dúo de hombres (sentados a la izquierda) y mujeres (a la derecha).  Al salir llega Tin, un chico con las ideas muy claras. Puede que fuese el que más coincidía conmigo hasta ahora en mi viaje a la hora de ver la vida. Buen inglés, con iniciativa y ganas de escuchar, aprender y ayudar a los demás a tener criterio propio.

Allí paso la tarde y pongo la tienda. Al anochecer llega gente y no hacen más que fisgar. Me voy enfadado y cuando ya dormía me despiertan. Era un profesor muy paciente que en inglés me pedía acompañarlo junto a la policía. Yo muy borde allí fui y parece que está prohibido acampar o dar cobijo y la única opción es un hotel. Por qué no dijeron nada de día los vecinos? Llamar a la policía y de noche, si fue así es absurdo. Supongo que no querrían problemas. Salí bajo un precioso cielo estrellado y llegando a la carretera vi un escondite oscuro. Me metí en la tienda sin montar, pero por calor y temor a serpientes la monté. Dormí más o menos y queda para anécdota.

Buen amanecer y buena mañana. Cogo SIM card, cargo Internet y me premio con una piña y pan, que vuelve a ser normal encontrarlo. Llego a Thanh Hóa y la Iglesia es grande. No soy optimista pero sonó la flauta. Los seminaristas me dieron comida, hasta me hice un bocadillo de chipirones, un lujo para mí. El lugar un paraíso de tranquilo rodeado de arrozales, si olvidamos que pillé al seminarista fisgando en mis cosas, a los constantes niños o al vecino borracho que me llevaba de la mano a su casa o a ver la iglesia. Al final hasta me quiso besar, de locos. Al poco llaman al cura y éste me deja dormir. Luego le conoceré, el padre Paul, recién llegado de Chicago y afable con mi discurso. Muy solícito me deja estar dos noches. Lo necesitaba. Sigo encontrando lo que preciso sin saberlo, es fantástico.

Tras el merecido día de descanso hay que volver a la carretera. Madrugón y oigo desde la sacristía el canto casi permanente entre cura y vecinos, sonaba bonito para ser las 5 a.m. Me saco foto con el padre Paul y compartimos Facebook. Ah, y le enseñé vídeos de las hermanas cantando de la casa Madre Teresa en Calcuta. Esa mañana tuve risas continuas pedaleando. Aparece a la izquierda una cadena montañosa que está minada a lo largo de muchos kilómetros. Será el progreso pero hay un termino medio, me imagino. La naturaleza sigue siendo nuestro principal patrimonio.

Esta jornada me ayudan en casa de un ex policía. Aquí otra vez lo difícil es el carácter impetuoso de las mujeres, pero atentas.  Mañana dura porque llueve, llego por error a la autopista y me echan y luego tengo que enfrentarme a tres chicos en una moto mofándose. Es triste pero los chicos y hombres en general casi todos los días lo hacen.

En Phu My otra gran aventura. Había vuelto a carretera de un carril, un suicidio. Charcos de la lluvia y conductores peligrosos. Es domingo y todo el mundo participa de una celebración. Les acompaño al té, obviamente toca sesión de fotos y me regalan la gorra conmemorativa y llega la comida. Lo mejor la siesta, gracias a Van, además con música clásica fondo. Afuera retumbaba la música del Festival. Incluido la canción de Los Pajaritos. Usé el WiFi hasta que me echaron del recinto porque iba en pantalón corto.

En Vietnam te cogen del brazo y tiran de ti sin miramientos, me pasó varias veces, también un rato después cuando me cogió el cura. Tremendo. 400 personas y la mayoría jóvenes, todos cantan y todos comulgan. Luego siguió el Festival. Me dieron cena y en todo momento chicos y chicas viniendo a hacer selfies. No me gustan pero eran respetuosos y amables. Eso sí, nada de poder dormir. Entonces un señor que andaba cerca siempre me llevó a su casa. Iba emocionado y agradecido pero poco dormí porque no dejaba de hablar, aunque no sé de qué. Su familia me miró mal pero él hasta me arropó con una manta. Lo malo es que a medianoche empezó a meter mano en mis alforjas. No le dejé y me tuve que ir. Hay más detalles pero ya lo oiréis en las charlas que dé a mi vuelta.

Así que, a la una de la madrugada en los callejones de Phu My. Gracias a la compañía de los amigos por las redes sociales fue llevadero. Decidí empezar a pedalear de noche para evitar el tráfico en la entrada a la capital, Hanoi. Ya había mujeres llevando en sus bicicletas productos para el mercado y sin luces, vaya peligro.

Poco a poco entro en un mundo de motos. Es como un enjambre. Nada más llegar a las amplias rectas paró a ver el mapa y viene Abdou, un francés de origen marroquí que es profesor en la Universidad de north Carolina. Viaja de mochilero con Cristine, enfermera que usa técnicas tipo reiki. Con ellos pasaré la mañana charlando de filosofía, naturaleza y educación. Otro bonito contacto a la lista. Ya he hablado con gente de 40 nacionalidades.

Llega el momento de los trámites: taller bici, imprimir billete, comprar ropa... Primero he de llevar a Quiscolina a cambiar y arreglar cosas. Parece ser que llevaba cámaras demasiado grandes y por eso rompieron las cubiertas. Los discos del freno no correspondían ni el aceite era bueno. Fueron muchos los retoques, a ver qué tal. Lo primero será dar montado la bici en Vancouver. El empaquetado fue lioso pero pudo ser en una caja pequeña. Tuve cuidado del exceso de kg de equipaje y del volumen. 

Mientras tanto me afeité y espérate, casi literal. A todo esto, estuve hospedado en un lugar inmejorable. Malo Dignon es socio Warmshowers y me acogió por dos días. Con él volví a ser yo mismo y eso me hacía falta. Malo tiene una excepcional actitud ante la vida, no tiene miedo a los retos, es más, los busca. Su serenidad, mente abierta y ganas de aprender fueron para mí otra lección. La primera noche juntos pude disfrutar de una rica cena vegana y luego me sentí como en casa en su piso. Allí dormí por primera vez de un tirón en el viaje. Sensacional!

En mis vuelos de Irán a India, de Bangladesh a Singapur y ahora, hice terapia de casa. Vi varias películas y descansé. Pero hubo un imprevisto que me costó 660 dólares. El horario de mi vuelo era a las 00.05 h.del día 26 y me di cuenta al levantarme y éste vuelo aterrizaba en Tokio. Pude cambiar el billete, que me salía más barato que uno nuevo. Chequeé otras opciones y queda claro que Japan Airlines ofrece las mejores condiciones de medidas y peso en el equipaje.

Tuve suerte en el aeropuerto de Hanoi que no pesaron la caja de la bicicleta porque tendría que pagar 200 dólares. El otro problema sería pagar con la tarjeta, en la tienda de bicis no la reconocía, tampoco la de débito. Pero en el cajero sin problema. Ya me pasó en más países.

Así que aquí estoy, en el Narita internacional airport. Después de un buen vuelo, aunque delicado aterrizaje, y con un trato excepcional por parte del pasaje de la compañía. Los japoneses son así.

Emocionado por todo lo vivido, por dejar atrás Asia con todo lo que he sufrido pero que sabré valorar con el tiempo. Puede que aquí se me diesen encuentros humanos más intensos que en la futura y ansiada América.

El tiempo dirá.

CAM ON!

 

Dabicin

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