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La gente es buena

Por Alicia Urrea

Mi amiga Virginia me pidió que escribiera algo para su blog. Se titula La gente es buena. Espero que os guste.

Una de las cosas que he aprendido viajando en bici es que hay mucha más gente buena que gente mala en el mundo.

¡No! ¡En serio! No me he vuelto loca.

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Este artículo fue publicado el 19/noviembre/2009. Última actualización: 7/agosto/2020 dentro de la categoría Reflexiones variopintas en Rodadas.net, una página web sobre cicloturismo y viajes en bicicleta mantenida por Álvaro Martín y Alicia Urrea.

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Comentarios Hay comentarios de 5 intrépidos

  1. Niebla dice:

    Uy, Ali, eso que has escrito es precioso. Y creo que llevas mucha razón. Un saludo de otra idealista, ingenua, joven e inexperta, boba o directamente todo eso junto.

  2. karramarro dice:

    Abundando: cuando viajas a pie, o en bicicleta, con tus propios, pausados y limitados medios, te estás poniendo en una situación en la que te es muy difícil, por no decir imposible, dañar o maltratar de manera seria a un semejante. Al contrario: les estás dando a los otros la oportunidad de que se muestren generosos y amables contigo. No se tienen, como se dice para la comisión de los delitos, ni motivos, ni medios ni ocasión. El viajero, por su parte, tampoco es presa fácil de explotación. Cuanto más autosuficiente, más fuerte y libre: le basta con “pasar” de situaciones conflictivas o molestas. Con andar/pedalear un poco más, listo.

    A poco que nos dejen, de manera natural, todos deseamos ofrecer lo mejor de nosotros mismos, que no suele ser poco (los escépticos que hagan la prueba: bastan una mochila o una bicicleta y algo de tiempo). Resultado: el nivel de autoestima crece, con los magníficos efectos que, al generalizarse, ésto produce en el entorno social.

    Mirando hacia adentro también ayuda, sobre todo si viajamos sólos, a conocer mejor nuestros límites, fortalezas y debilidades. Si te echas a los caminos sólo, más pronto que tarde te darás cuenta de lo poquita cosa que somos sin los demás. Yendo con los ojos y el coco abiertos, de manera espontánea se van creando, viviendo mejor, situaciones en las que la cooperación y la empatía se convierten en habilidades más útiles y satisfactorias que la competencia y la desconfianza.

    Es el famoso “toque místico” con que vuelven algunos peregrinos del Camino de Santiago y que tanto llama la atención a quienes escuchan sus “batallitas”. Es cierto que la mayoría de las veces los efectos se diluyen con el tiempo, la vuelta a las tareas rutinarias, agotadoras, insatisfactorias y frustrantes que a veces nos autoimponemos. Sin embargo, siempre queda la impresión ( es que realmente “lo hemos vivido” ) de que otros mundos, otra vida, y mejores, son posibles.

    “Cada uno recibe lo que da, y da lo que recibe”. No es una regla universal ( catástrofes naturales, muertes infantiles, salud chunga, vidas gafadas… la desmienten ) pero si no lo practicáis ya, haced la prueba: inyectad “buen rollo” en vuestro entorno cercano, a ver lo que pasa. Es como la agradecida bicicleta: sí, hay que dar pedales, hay que subir cuestas, llueve y hace calor, y frío, pero te acabará llevando hasta lugares y personas que de verdad suelen merecer la pena.

    Nota: Puede que alguien esté ahora sonriendo irónicamente ante tan desaforado ataque de “buenismo”; en tal caso, que se dé una vuelta por aquí abajo, y que mire, escuche y respire un poco… Y luego que vuelva, y lo cuente.

  3. Anónimo dice:

    Yo creo que tiene que ver más con una toma de posición. Entre el hombre-lobo-paraelhombre y el buen salvaje hay mucho recorrido. Habemos, pues, de todo, y también somos capaces de todo: tal vez recordéis ese famoso experimento sociopsicológico ( Zimbardo )en el que a un grupo de estudiantes se les asignó aleatoriamente el papel de presos, y a otro el de guardianes. Al poco tiempo, los guardianes eran cada vez más crueles y violentos, y los presos, más sumisos y ruines. El experimento tuvo que interrumpirse al peligrar la salud física y mental de los participantes. Las personas somos resultado de infinidad de variables de difícil control. ¿ qué hacer, pues? ¿ abandonarnos a un cínico conformísmo ? No hay porqué. Si la transformación radical del mundo nos abruma o da pereza, siempre podremos dedicarnos al más modesto objetivo de mejorar y enriquecer algo nuestras vidas. Cultivar nuestro jardin, que decía Cándido. Ahí está el truco del almendruco: acertar con el tipo de jardín que queremos cavar. ¿ cultivos intensivos de alto rendimiento ? ¿ flores y plantas ornamentales ? ¿ basta con que tenga fuente y sombra ? Es una pena que no haya una receta que nos pueda responder a éso con exactitud, a no ser la de ensayo/error. Esto, que a algunos parecerá una moral cínica y raquítica, tiene la gran ventaja de la utilidad: nos lo podemos pasar medianamente bien mientras nos vamos muriendo. La pena es que no hay un método científico que nos pueda responder a éso con exactitud, a no ser el del ensayo/error. A ver si se me entiende bien. No estoy predicando un desentendimiento insolidario y egoísta del entorno, ni mucho menos, y los que les gusta viajar solos me entenderán bien. El viaje como metáfora y escuela de la vida es tan vieja como útil. Los pies, o las ruedas, proporcionan libertad para dirigirse a donde uno quiera. Y con nuestras propias fuerzas, sin mayores dependencias. Y subsistir, casi todos lo sabéis, no es difícil, basta con bien poco. Y si debemos cargar con lo que nos pertenece o importa, ya procuraremos que no se nos acumule. Al revés: lastres fuera. ¿ Y sin interés por acumular, dónde ?

  4. karramarro dice:

    vaya, se me ha escapado el texto: decía que

    sin interés por acumular, poco lugar les queda a las relaciones interesadas, abusivas o explotadoras…

    !Demonios!. Vaya forma de calentarse la cabeza. ¿ Pero a quién se le ocurre plantear éstos temas? ¿ No teníamos bastante con el dilema Esteban/Campanario? Yo creo que por hoy ya va siendo suficiente.